Editorial

Un error en plena espiral de la tensión

LA incursión en el puerto, y las calles, de Gibraltar por parte de cuatro guardias civiles del Servicio Marítimo con motivo de una persecución en caliente a unos supuestos delincuentes ha puesto al Gobierno de España en la tesitura de pedir disculpas al Ejecutivo del Peñón. La actuación de los agentes de la Benemérita debemos calificarla de un error difícilmente explicable, cometido además cuando la tensión por el control de las aguas que circundan Gibraltar se agudiza día a día. Por eso debemos felicitarnos de que el incidente se resolviera de manera pacífica y con gran celeridad. En buena medida ello fue así porque el ministro del Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, intervino personalmente y, como mando de los agentes actuantes, pidió excusas al ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, por esta incursión en la soberanía británica y le garantizó que no tenía intencionalidad política ni de otro tipo. Porque, al igual que defiende la vigencia del Tratado de Utrecht para reivindicar la soberanía del mar que rodea a la Roca, España debe ser coherente y reconocer que dicho tratado otorga a las aguas del puerto la soberanía del Reino Unido. Sin embargo, la pronta y feliz resolución del incidente no oculta, sino que agrava, el problema de fondo: el aumento de la tensión entre las fuerzas que controlan las aguas en litigio para uno u otro país. Ambos reinos deben sentarse a dialogar de inmediato sobre este asunto para permitir la pacífica convivencia también en las aguas. Puede hacerse de manera bilateral o en el Foro de Diálogo, al que asiste también Gibraltar. Creemos que lo adecuado sería la opción bilateral, aunque lo importante es que se haga preservando el espíritu de cooperación y permitiendo que, como ocurre en otras fronteras, puedan completarse persecuciones en caliente, porque de lo contrario sólo salen beneficiados los delincuentes. Cuanto antes cese la escalada de provocaciones desde ambos lados de la Verja, antes será posible llegar a un acuerdo. Porque la cuestión cardinal es que España y el Reino Unido deben, sin prisa pero sin pausa, dialogar y cooperar hasta encontrar una salida a un contencioso que dura 305 años.

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