Buscando información para poder clarificarme cómo se pesa la importancia de las cosas, y cómo esto queda luego en el imaginario colectivo, me encontré con los datos de las personas asesinadas en los respectivos bombardeos sobre Gernika, en Euskadi, y sobre La Desbandá, que huía de Málaga a Almería. La comparativa no me deja lugar a dudas: 654 muertos en la primera, y entre 3000 y 5000 en esta segunda. Es decir, una magnitud de entre siete y ocho veces más significativa esta última que aquella otra. Sin embargo, la notoriedad pública entre las dos es grande: mientras que la atrocidad sobre Gernika ha quedado inmortalizada en nuestro imaginario, reforzada con una obra de arte, la de lo sufrido por La Desbandá hay que recuperarla a duras penas con algunos retazos de aportaciones que no conseguirán ubicarla nunca en una justa escala. Algunos esfuerzos documentales recientes nos están aportando mucho de lo que ocurrió en aquella carretera de la costa de nuestro litoral de Poniente. Pero nunca llegaremos a situarlo en lo que debió significar aquel sufrimiento en todas aquellas personas que huían. Todos, de jóvenes, hemos sido coleccionistas de álbumes de cromos en los que el cambio uno-a-uno de las "repes" se encarecía conforme te quedaban menos cromos para completar la colección: tu emoción revelaba tu éxito, y esto era motivo de aprovechamiento ajeno para el canje; y de manera inversa a cuando era otro ajeno a ti quien estaba cercano al éxito. Lo estamos viendo en la guerra que se está librando en territorio ucraniano: cuando hay intercambios de prisioneros, siempre son más los que recupera el ejército ucraniano que los que recupera el ruso. Las decisiones se toman a escala, en términos de ganancias o pérdidas relativas, según la coyuntura. Lo verdaderamente lamentable es que los lazos con el pasado no se sepan ubicar en la justa medida de las cosas. Por ejemplo, en nuestro caso, ¿por qué ese atavismo de un sector político con el Gobierno del golpista, dictador y genocida? Ser de Derechas o ser de Izquierdas no debe referirnos a lazos que para nada han de existir en la actualidad. Incluso ni los desmanes ciertos del Gobierno de la II República, que era el constitucional de aquel momento, han de ser un arma arrojadiza contra ninguna de las medidas que están llevando a recuperar un lugar de descanso eterno digno para quienes les fue arrebatada la vida indignamente.

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