La tapia con sifón

La escasez de neuronas

Cuando un cliente desconocido quiere pagar con tarjeta ¿no le pides el DNI? ¿Para eso sí eres policía?

Aunque estoy de vacaciones, una noticia que he leído en este periódico me ha devuelto al tajo: una hamburguesería (me niego a darle más publicidad) ha puesto un cartel en su puerta en el que aseguran que "no tenemos ni el derecho, ni la obligación, de solicitar ningún dato médico de carácter personal". Añaden que "todos son bienvenidos" y que "aquí respetamos sus libertades y dignidad". Para justificarse invocan dos artículos de la Constitución: el 14, que garantiza que los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social; y el 18, que garantiza el derecho a la intimidad personal.

Vamos a ver, pedir un certificado de vacunación para entrar en un lugar público donde se pueden contagiar a otros -igual que hacer la prueba de alcohol y drogas a una criatura que va conduciendo un vehículo a motor- no tiene que ver con su sexo, raza, nacimiento ni religión: si discrimina por algo es por la sensatez, la responsabilidad y el número de neuronas útiles en la cabecica. En otro local céntrico me dijo la dueña que estaba en contra de la medida porque "los bares no tenemos derecho a pedir el DNI porque no somos la policía". Y, claro, me lo puso a huevo: cuando un cliente desconocido quiere pagar con tarjeta ¿no le pides el DNI? ¿Para eso sí eres policía?

La inmensa mayoría de los que he visto o me han contado sí lo cumplen. Ashal lo defiende desde el primer momento: por responsabilidad y también, añado yo, por la cuenta que les trae: ya saben las consecuencias para sus negocios de un incremento desatado de contagios. Pero siempre hay…digamos tontitos, por no entrar en insultos mayores. Aunque se los merecen, y aún más, porque rozan lo criminal, como los que conducen vehículos con unas cuantas copas (o drogas) de más. Esperemos que, si no el sentido común y la responsabilidad, al menos el temor a las sanciones les hagan recapacitar. Ignoro cuáles son las sanciones que se pondrán, pero estaría bien aplicar unas parecidas a las que suele dictar en sus sentencias el conocido juez de menores Emilio Calatayud, y mandarlos un par de semanas de ayudantes del equipo de las UCI de Torrecárdenas. Tampoco les vendría mal una reparación a fondo de las neuronas que les queden, aunque eso es mucho más difícil de arreglar: cuando un tonto agarra una vereda, se acaba la vereda y el tonto sigue.

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