De lo español solanesco

Es su arte, técnica y estéticamente, un parto absolutamente verdadero que atrapa y provoca

Decía José Gutiérrez Solana al final de su vida que "cuando se trata hacer de la pintura un motivo de elucubraciones retóricas, literarias, filosóficas o metafísicas, pierde aún más su propia substancia, puesto que necesita del "explicador" para ser comprendida… La pintura en su mudo lenguaje debe decirlo todo; mejor o peor, pero decirlo sólo ella". Sorprenden estas palabras en un artista que practicó una pintura tan poco preocupada por la belleza de la materia que le es propia; por la palpitación poética de la pincelada o por la suntuosidad del verdadero color de la naturaleza. Un artista que, además, frecuentó no pocas veces una pintura de asuntos narrativos, literarios e incluso de fuerte carga acusatoria, denunciatoria o, cuando menos, con clara voluntad de sacudir al espectador adormilado y obligarle a posicionarse. Su pintura, muy a pesar suyo, ha generado sesudos análisis de lo español, centrados en lo más oscuro, inconfesable y repulsivo de nuestra condición patria. Paradigma de la España negra redescubierta e intelectualizada desde el quehacer noventayochista, Solana parió un mundo sucio y maloliente, de miserias y crueldades, mítico y desesperanzado, aprovechándose de la parte más misántropa y definitoria del universo goyesco, tan paradigmático y turbador. Pero a diferencia del titán de Fuendetodos, no hay en Solana la más mínima exhibición de talento técnico; más bien se trata de un repertorio de torpezas innatas, auténticas y estremecedoras, que le llevan a practicar una pintura de materia sucia, extendida burdamente sobre el soporte, sin gracia en el dibujo y, las más de las veces, en composiciones absolutamente vulgares. Pese a todo, palpita en toda su obra una poesía esperpéntica de autenticidad insobornable, que provoca repulsión y casi arcadas, y en cierta forma le salva y le eleva por encima de muchos de sus contemporáneos. Es su arte, técnica y estéticamente, un parto absolutamente verdadero que atrapa y provoca, no por su belleza o talento, sino por su capacidad de mostrarnos lo más cutre, infecto e indigno del ser español. Quizá en este sentido tengan mayor facilidad de comprensión sus palabras, esas con las que comenzábamos esta reflexión. En no pocas ocasiones, la "mala" pintura es capaz de arrastrarnos poética y emotivamente igual o más que la "buena"; y en esas ocasiones, también, su mudo lenguaje es más que suficiente, no necesita la intermediación de la palabra.

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