Los estúpidos

Tanto la escritura como la música son herramientas que utilizo para que se desparramen hacia afuera los malos pensamientos

El viernes, aprovechando la caída mansa y temprana de la noche, comencé a montar mi caravana de esta semana. Quería escribir sobre la estupidez, y eché mano de internet para recordar lo que había escrito sobre esa condición humana el historiador Carlos M. Cipolla en su obra "Allegro ma non troppo"; y así lo hice. Pero los juristas sabemos que la oportunidad es importante, y algunos nos sometemos con humildad al brocardo que reza en castellano algo así como que el primero en el tiempo goza de mejor derecho que el que llega con retraso ("prior in tempore potior in iure"). Digo esto porque hoy es domingo, y ya son dos los artículos que he podido leer en rotativos nacionales que, al igual que un menda, citan a Cipolla a propósito de la estulticia, por lo que no creo que a estas alturas nadie entienda que, de verdad, yo lo pensé antes que esos otros, si es que ello fuera así, que no lo puedo contrastar. Por lo que para evitar que se diga que he fusilado a un autor, he decidido comenzar de nuevo. Y resulta que estoy aquí, envuelto en la serenidad de mi despacho, en una tarde de domingo en la que lo único que me llega desde fuera es el cadencioso replicar de las campanas de San Sebastián que llaman a misa, y pienso que por mucho que, de forma voluntaria también, me haya sometido a la condena de escribir semanalmente algo que pueda interesar a quien todavía me aguante, no es menos cierto que no se me puede pedir que soporte por mucho tiempo la tensión que requiere la actualidad que nos maneja a su antojo. Cuando menos si se me quiere bien. Así que, como acaba de caer en mis manos el último disco de Bill Douglas: "Horizon", voy a entregarme un rato a la hermosa belleza de su piano. He de confesar que, por una suerte de veneno adictivo que a algunos de mi generación nos inoculó Ramón Trecet, este compositor me viene acompañando desde mis años universitarios, junto con Georges Winston, Suzanne Ciani, William Ackermann o Madre Deus, Lito Vitale, Ryuichi Sakamoto, entre otros muchos. Siempre que escribo intento tenerlos a mano. Tanto la escritura como la música son herramientas que utilizo para que se desparramen hacia afuera los malos pensamientos que a menudo me nublan el entendimiento. La música, al igual que la escritura, descubren en mi cabeza un vaciadero que me ha permitido hasta ahora no haberme convertido en un estúpido. Cuando menos del todo o para siempre.

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