1,10 euros

Estábamos tan acostumbrados a vivir sin inflación que ahora nos cuesta mucho acostumbrarnos a las subidas de precios

En la panadería donde suelo comprar el pan me encuentro con que el precio ha subido diez céntimos. Si antes pagaba un euro por cuatro maravillosas vienas integrales, ahora hay que pagar 1,10. Me imaginaba que tarde o temprano esto tendría que ocurrir. En esa panadería, que también funciona como cafetería, hay dos hornos a la vista, varios expositores refrigerados y dos cafeteras industriales. Y hay que contar con la iluminación del salón y la maquinaria que no está a la vista. Si en un domicilio normal la factura eléctrica ha subido de forma alarmante, no hace falta mucha imaginación para intuir cuánto ha subido en una panadería que además funciona como cafetería.

Al pagar, charlo un rato con el chico que atiende el negocio. Me cuenta que desde que han subido los precios del pan, las protestas de los clientes han sido constantes. Incluso ha habido gente que se ha puesto violenta. Un cliente llegó a exigir el libro de reclamaciones y puso una queja acusando a la panadería de robo descarado. Otro se negó a pagar los diez céntimos. No fue el único. El chico, al darme el cambio, me comenta que su trabajo se ha vuelto sumamente desagradable. Cada vez que tiene que anunciarle al cliente que el precio ha subido esos diez céntimos, teme una reacción desairada o un bufido de despecho o incluso algo peor. "Y encima lo pagan con nosotros -suspira-, que no tenemos culpa de nada y que sólo cumplimos órdenes".

Nuestro gobierno sabe hacer un uso magistral de la propaganda y de los embelecos publicitarios para distraernos y para ocultar el malestar de la gente, pero esta vez la cosa va en serio. Estábamos tan acostumbrados a vivir en una economía en la que prácticamente no existía la inflación que ahora nos cuesta mucho acostumbrarnos a las subidas de precios. Y como nuestra memoria se va volviendo cada vez más tenue y se va borrando de nuestro disco duro, hasta nos cuesta recordar que hubo épocas en España -y no tan lejanas- en las que los precios se disparaban casi de un día para otro. A comienzos de los 80, por ejemplo, el gobierno de Felipe González tuvo que devaluar tres veces la peseta para contrarrestar los efectos de una inflación que llegó a superar el 20%. Ahora no sabemos cómo van a ir las cosas, pero harán falta mucha propaganda y muchos fuegos artificiales y muchas promesas imposibles de cumplir para engañar a los incautos.

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