Nunca dejaré de preguntarme dónde radica el éxito del razonamiento erróneo. Los bulos corren por nuestras vidas como san Pedro por el Cielo. En el aula de Matemáticas también nos lo encontraremos en múltiples ocasiones: basta que en nuestras explicaciones se haga hincapié en alguna desviación común, contraria a un razonamiento, para que yendo por ahí Vicente, le siga el resto de la gente.
El estudiante brillante se quejará muchas veces, y casi siempre con buena parte de razón, de lo injusta de una calificación que admite que el evaluado se haya copiado. Es una de las lecciones que debe aprender de la vida: ¿acaso cuando salga al mundo profesional no se va a encontrar con colegas que saben coger atajos más o menos dignos y que, sin embargo, les son meritoriamente reconocidos?
Lo he podido vivir estos días corrigiendo los exámenes en línea; que han sido varios los que no se han podido hacer de modo presencial. Examinarse en línea es una invitación a poner en juego el honor del examinado. Y yo no tengo ningún problema en que hagan uso de todos los medios a su alcance; todos. También el de la copia. ¿Por qué? Porque copiar no es fácil. Sobre todo, si lo quieres copiar bien.
Vamos a ver, tal y como os decía el miércoles pasado, cuando seas profesional y te encarguen un trabajo, vas a usar toda tu artillería para hacerlo…, ¡y no puedes usar mal la información de la que dispongas! ¿Por qué entonces copiamos mal? Pueden ser varias las razones: poco gusto por contemplar nuestra obra, ansia por obtener una calificación más alta (y no revisar lo realizado para ir a otra pregunta),… Pero, ¿por qué copiamos? Porque no tenemos confianza en nosotros mismos, conscientes de una falta de preparación. ¿Por qué cuando explico un teorema acompañado de sus pertinentes ejemplos y llamo la atención sobre posibles errores en su aplicación, no falta quien cometa ese error en las pruebas de evaluación? ¿Y por qué es tan irresistible su error en esos exámenes en línea que consigue convencer a un buen grupo, revelando el éxito del bulo en las redes? ¿Por qué no copian a quien no yerra? ¿Acaso es más atractiva la mentira?
Traído lo anterior del mundo académico al mundo de nuestras relaciones sociales, podemos preguntarnos, ¿dónde radica entonces el éxito de quien no está sustentado por el mérito? El difunto John Kennedy Toole se atrevería a apuntar a que es en "La conjura de los necios".
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