La falacia de las urnas

Aunque perdieran el referéndum, habrían logrado un precedente de "entidad secesionada" de facto

Dice Oriol Junqueras que es un orgullo para él, estar en la cárcel por haber sacado las urnas a la calle para que los catalanes voten. Una especie de mantra que predican, entre otros, también P.Iglesias, de Podemos. Y uno se pregunta ¿qué han hecho, pues, los catalanes y el resto de los españoles desde hace más de 40 años si no ha sido ir a votar, una y otra y otra vez, en más de 40 convocatorias electorales celebradas en este país desde el entierro de Franco? Y en votaciones de todo tipo: desde el referéndum de aprobación de la Constitución vigente, a la elección de parlamentarios o concejales, en una sucesión regular, pacífica y constante de votaciones, con múltiples y variopintos resultados. Entonces: ¿cuál es el sentido real de ese victimismo que se atribuye Junqueras cuando alardea de estar preso por sacar a la calle unas urnas que salen casi todos los años, entre unas cosas y las otras o que, incluso, vamos a volver a airear el próximo día 10 de noviembre? La falacia de las urnas resulta patente: el "conflicto catalán" no trata, al cabo, sobre la ausencia de democracia. Ni pretende que se vote mejor ni más veces de las que ya se votan. Lo que realmente codicia es que se le reconozca a esa Cataluña idealizada y primigenia que todo "indepe" ensueña, una "personalidad jurídica" desvinculada del resto del odioso Estado español. Porque, aunque perdieran el referéndum, ya habrían logrado un precedente de "entidad secesionada" de facto y, por ende, autosuficiente, jurídicamente hablando, para autorregularse e imponer al resto de paisanos el tipo de democracia a la carta que garantice la socialización anti españolizante anhelada, igual que han desespañolizado su burocracia, sus escuelas, sus instituciones y servicios administrativos, para imponer un nacionalismo totalitario y supremacista, a despecho de atropellar derechos de minorías, e incluso mayorías, discrepantes.

Un sistema edulcorado bajo falacias como esa de poner urnas para celebrar un referéndum falsario: como si la votación del 10 de noviembre no fuera suficientemente clarificadora sobre la voluntad de los catalanes y del resto de España. Como si no se hubiera aprobado ya, en referéndum celebrado hace 40 años, la Constitución vigente. O como si, en fin, hubiera que andar convocando referéndums para que cada generación, en cada región del país, decida si hoy nos vamos o mañana nos rejuntamos. Otra distopía al caer.

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