Falsas biografías

30 de julio 2025 - 03:08

Por qué sentimos la tentación de alterar los datos de nuestra biografía? ¿Por qué nos inventamos un currículum que no se parece en nada a nuestro currículum real? ¿Por qué cambiamos la fecha de nacimiento para hacernos pasar por más jóvenes? ¿Por qué nos atribuimos estudios que no tenemos o experiencias que no hemos vivido? ¿Por qué colocamos siempre en nuestros perfiles una foto en la que salimos descaradamente favorecidos? ¿Por qué nos empeñamos en sonreír cuando nos hacemos un selfi? ¿Por qué hacemos creer a los demás que hemos estado donde nunca estuvimos y hemos conocido a quien nunca conocimos? ¿Y por qué es tan habitual que los políticos falsifiquen su biografía con titulaciones que no poseen o méritos que no han conseguido?

Son preguntas interesantes. Supongo que nuestra vida nos parece demasiado insatisfactoria o incompleta, y por eso tendemos a enriquecerla con toda clase de engaños. Ulises, uno de los primeros héroes de la literatura universal, se pasaba la vida engañando a la gente –a veces por necesidad, sí, pero también por diversión–, y fue él quien inventó el truco del caballo de Troya. Y Alicia Esteve, una mujer normal de Barcelona, se hizo pasar por una superviviente de los atentados de las Torres Gemelas y llegó a presidir en Nueva York la Asociación de Supervivientes del 11-S. Luego se supo que todo fue un invento. Pero la gente se lo creyó porque necesitaba creer en la conmovedora historia de una superviviente que de algún modo pudiera redimir todo el horror de la tragedia. De hecho, aquel aburrido hidalgo manchego que se llamaba Quijano no hizo otra cosa cuando un día empezó a creer que era don Quijote de la Mancha.

Pero en el caso de los políticos, estos fraudes resultan particularmente humillantes. Todos conocemos los casos frecuentes de políticos (¡y políticas!) que se atribuyen titulaciones que no tienen y estudios que no han realizado. Se hacen pasar por personas cualificadas, cuando en realidad son impostores con un currículum birrioso. En realidad, son doblemente impostores: fingen trabajar por el bien común, y encima, atribuyéndose una cualificación que no tienen. Qué fracasada, que fraudulenta tiene que ser su vida real, si es que la tienen.

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