Metafóricamente hablando

Antonia Amate

Por fin solos

Las fotos de boda de la chimenea sustituyeron a las de comunión y y las de los hijos lucen con las de los nietos

Desde lejos parecías una ensoñación, tendida sobre la hierba, y rodeada de árboles desnudos, bajo los que resaltaban los narcisos silvestres, con su perfume dulce, que contrastaba con el ácido aroma de la piel de las mandarinas y las naranjas, propias de la época. Sentía en mí, tu soledad bucólica, entre los campos blanqueados por la escarcha de la noche, como una bofetada en la mejilla. Cuando me abríais la puerta, las tardes en que os visitaba, adivinaba la tristeza detrás de vuestra cálida acogida, el tierno abrazo y la sonrisa agradecida, con la que siempre me acogíais. La oscuridad y el silencio se adueñaron de la casa de forma sibilina, las estancias vacías se llenaron de fotografías. Las fotos de boda sobre la chimenea, sustituyeron las de comunión; y las de los hijos, lucen junto a las de los nietos. Las estancias vacías, guardaban entre sus muros de piedra, las voces de los chicos que un día las habitaron: Mamá, has hecho natillas? Donde está mi chaqueta azul? Carmen está enamorada, la he visto con un chico en el portal! Y las risas divertidas de los hermanos, aún se escuchaban en mi cabeza, como el eco de un susurro silencioso. La luz huidiza de una tarde de invierno, se enseñoreaba por última vez, en esta casa, casi deshabitada. Pronto, volvieron a subirse las persianas, y a escucharse las voces de los niños correteando divertidos. Las maletas fueron tomando posesión de las habitaciones, en sustitución de los huéspedes, que, tratando de instalarse, iban de una a otra, buscando armarios. El hijo mayor, había vuelto, y no solo. Con él vinieron su mujer y sus dos hijos. Su padre le llamó un día, para ofrecerle seguir con el negocio: un pequeño hotel rural. La propuesta, de forma sorpresiva para él, fue acogida con excitación, la "saudade" se estaba apoderando del hijo y de su familia. Tan lejos de su país y de su gente, comenzaban a sentir el peso de la soledad, sus raíces sedientas, buscaban sin cesar la tierra que les vio nacer. Volver se había convertido en un sueño inalcanzable. La proposición del padre, dubitativa y tímida, tuvo respuesta inmediata: SI!. Colgó el teléfono, y dirigiendo una mirada cómplice a su mujer, salió de su boca un agitado y trémulo: Volvemos!, y la luz volvió al paraíso "inhabitado" de sus recuerdos infantiles. El silencio, que había tomado posesión de la casa familiar, se tornó trueno por las mañanas. Se levantaban perezosos y adormilados, pero pronto les animaba el aroma del café y las tostadas, que compartían en la gran cocina soleada, en la que por generaciones, se compartió "el pan y la sal". Mientras el abuelo, flanqueado por su mastín, los esperaba en el jardín, para acompañarlos al colegio, pensaba para sus adentros lo equivocado que estuvo el día en que se quedaron ¡POR FIN SOLOS!, y daba gracias al cielo por haber vuelto a llenar su casa de fríos muros de piedra, de luz, de calor y de sonrisas.

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