La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El 2-D finiquita la legislatura

Sánchez se reinventó una vez más al "descubrir" que no vale el apaciguamiento frente a majaretas como Quim Torra

Aquello fue irrepetible. Con las urnas de su referéndum del 28-F de 1980 Andalucía trastocó el diseño territorial previsto en la Transición y promovió un Estado de las Autonomías igualitario y más justo. Sin la dimensión histórica de entonces, las urnas andaluzas del 2-D de 2018 han zarandeado el mapa político nacional y abierto una nueva etapa en España. Casi una revolución.

Algunas consecuencias se constatarán a medio plazo, como la irrupción de la ultraderecha populista, que viene a homologarnos con Europa, y el retroceso de la izquierda, que también nos acerca a una tendencia generalizada en el continente). Otras han sido inmediatas, y entre ellas hay una fundamental: el fin de la legislatura abierta con Rajoy en 2016 y pilotada por Pedro Sánchez desde el verano pasado.

Porque esta legislatura está políticamente muerta después de que hasta Pedro Sánchez comprendiera, al fin, que Susana Díaz ha perdido el feudo andaluz tras 36 años de dominio por su gestión deficiente y el desgaste de la corrupción que la precedió a ella, pero también por su política -la de Sánchez- sobre Cataluña y la inmigración. El voto a Vox ha sido, más que nunca, el voto del hartazgo y la protesta. Una indignación que desborda los elementos ideológicos y los proyectos concretos, muchos lamentables, del caballista Abascal y el juez Serrano.

Han sido las elecciones autonómicas andaluzas las que han conducido a Pedro a su enésima reinvención. Oyéndole el otro día en el Congreso nadie reconocería al presidente que llegó al Gobierno gracias a los independentistas catalanes y desde el primer día los trató no ya con condescendencia, sino con mimos y cariñitos, prometiendo desinflamar el conflicto y haciendo todo lo posible, dentro de la ley, para contentarlos. Sólo los comicios de Andalucía han sido capaces de hacerle ver que la política del ibuprofeno, como la llamó Borrell, no vale, como nunca han valido, históricamente, las respuestas de apaciguamiento frente a desafíos de fanáticos y totalitarios, y menos a los presididos por un majareta desvergonzado como Quim Torra. Pedro Sánchez ha sido el último en enterarse.

Si a esto se le une la evidencia de que, por más vueltas que les dé, no le van a aprobar los Presupuestos de 2019, la suerte está echada. Lo que tampoco quiere decir que las elecciones generales vayan a ser ya mismo: mejor que el desastre lo asuman primero los alcaldes y presidentes autonómicos.

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