¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La flauta mágica de Rajoy

Si algo ha demostrado el pasado fin de semana es que tenemos PP y Rajoy para rato

Acudimos el pasado viernes al ensayo general de La flauta mágica, la ópera de Wolfgang Amadeus Mozart. La fauna que acude a estos preestrenos es variopinta, aunque casi todos tienen el denominador común de la afición a lo gratis y el torpe aliño indumentario: estudiantes de conservatorio, sablistas culturales, periodistas, aprendices de la navegación social (los diplomados van al estreno), curiosos, etc. Los ensayos generales son una buena manera de disfrutar de la música y las voces sin demasiados protocolos, aunque, a veces, son precisamente las liturgias y sus ropajes los que dan encanto a este tipo de acontecimientos; el día que los músicos sinfónicos se quiten el frac, algo de la Europa más querida habrá muerto para siempre.

Liturgias tienen también los congresos de los partidos políticos, sobre todo si los que lo celebran están en paz consigo mismo y sólo buscan hacer un alarde en el sentido que da a la palabra la cuarta acepción del DRAE: "Formación militar en que se pasaba revista o hacía exhibición de los soldados y sus armas". Este, no hace falta argumentarlo, fue el caso del 18º Congreso Nacional del PP, en el que sus compromisarios parecían más bien guerreros moros dedicados a correr la pólvora que políticos dispuestos a buscar soluciones a los muchos y graves problemas que asedian a España, entre ellos la corrupción, en cuya expansión ha colaborado tanto el partido de Rajoy. En cierta medida, la actitud triunfalista y acrítica de los populares tenía justificación: el PP ha superado uno de sus momentos más delicados de su corta historia y, en la actualidad, es el único partido que tiene fuerza para garantizar a las temblorosas clases medias la seguridad y la estabilidad que tanto anhelan. Si algo ha quedado claro este pasado fin de semana, con el PSOE y Podemos escenificando sin pudor sus guerras intestinas, es que tenemos PP para rato.

Pero, sobre todo, estos días han dejado aún más claro que Rajoy es el gran triunfador del ciclo de inestabilidad política que se abrió con las generales del 20 de diciembre de 2015. Con un PP de espíritu hoplita y una oposición a degüello interno, no hay valiente que se atreva a forzar unas nuevas elecciones. Rajoy se parece cada vez más al héroe de la ópera de Mozart, Tamino, quien poseía una flauta mágica con la que atravesar los fuegos más devoradores y las cataratas más estruendosas. ¿Y quién es Pamina, la amada que lo acompaña en estas difíciles pruebas que abren el camino de la gloria? Puede ser Dolores de Cospedal o (sorpresas da la vida) Susana Díaz. Aún está por ver.

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