El fracaso de la garantía juvenil

Nadie discute la gravedad del paro juvenil. Entonces ¿por qué fracasan los planes de empleo juvenil de la UE

Nadie discute la gravedad del paro juvenil. Entonces ¿por qué fracasan los planes de empleo juvenil de la Unión Europea, sin ir más lejos el de Garantía Juvenil? Primero habría que definir fracaso, claro. Que se apuntasen 400.000 al plan decepciona porque antes se ofrecieron cifras imposibles de potenciales beneficiarios. Superiores al millón. Los hay. También es cierto que 700.000 de ellos sin la educación secundaria obligatoria. Pero tras esos números, muchas historias requieren actuaciones más complejas que apuntarse en una lista. El primer problema es la desconfianza que las políticas activas de empleo suscitan. Superarla necesita un cambio de modelo económico, que implica a la Formación. Esos cambios gustan de reivindicarse en las crisis, pero se olvidan en las recuperaciones. Tal vez por ello la reforma ha ido a los matices. Quizás es todo lo que se podía. Pero no creo que sea un hito en la lucha contra el desempleo juvenil que, ahora, además de apuntarse en un fichero especial, quien se inscriba en las Oficinas de empleo autonómicas reciba una invitación a hacerlo en el otro fichero. Al final es un ir tirando. Bruselas dice que el paro juvenil en España es insoportable. Lo es. Además, recomendó -digámoslo así -que aquí no se aprueben nuevas ayudas a los parados. Ya saben con qué facilidad quien gana 24.000 € mensuales a cargo del contribuyente considera que pagar 400 a un parado, desincentiva el empleo y crea vagos a cargo del contribuyente. Al final, los planes parecen bien diseñados pero alejados de las necesidades reales de la gente. La experiencia pasada hace que la gente no confíe en ellos para encontrar trabajo, pero necesita dinero. Por suerte, el paro baja, así que podemos otorgar el merito a cualquier cosa: la reforma laboral, el precio del petróleo, o el plan de garantía juvenil. El problema, por tanto, se exporta al futuro. Y el problema existe. Es de calidad de la formación y su vinculación con las aptitudes que requerirán los empleos del futuro y, unido a ello, que siguen sin redefinirse las políticas activas de empleo. Deberían basarse en tres informar, aconsejar y acompañar. Pero andamos en dar cursos sin utilidad real o poner a un joven dos meses a arrancar matojos. Por no hablar de una mentalidad empresarial que ve los contratos de formación como empleo barato en lugar de inversión en capital humano.

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