Con el paso de los años se va haciendo uno más exigente, así, cada día aprecio más el valor de la amabilidad y el regalo de una sonrisa. Solo tiene que "hacer la prueba del algodón" en los comercios, bancos y bares que frecuenta. ¿No habría que levantar un monumento a las personas que nos regalan una sonrisa? ¿No deberíamos ser agradecidos con esos gestos de amistad que nos proporcionan afecto y nos dan la bienvenida? Pocos gestos transmiten más que una sonrisa. Solo tiene que mover unos pocos músculos de la cara para expresar: amistad, aprecio, alegría, paz, tranquilidad, salud, confianza, etc. Las personas que llevan estigmatizada la sonrisa en la cara ponen de manifiesto una actitud positiva, de apoyo, de acercamiento, de acogida a la persona que se mira. Las personas que nos reciben con una sonrisa están animándonos a que nos acerquemos, crean un ambiente acogedor, generan armonía, hacen que tengamos confianza y no desconfianza y que nos sintamos bien.

Es conocido el dicho: "La cara es el espejo del alma". Dicho en otros términos: los gestos son consecuencia y reflejan nuestro estado de ánimo.

Se atribuye a Shakespeare: "Es más fácil conseguir lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada". También he recogido un proverbio escocés que dice así: La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz". Nunca mejor dicho al precio que está la energía. Asociamos lo serio a lo correcto, a lo formal y a lo bien hecho. No olvide que las personas alegres, espontáneas y de trato afable son, también, cumplidoras en el trabajo y respetuosas en su vida cotidiana para con los demás. También, sin duda, todos nos topamos a diario con sonrisas irónicas, cínicas, falsas. Todos conocemos o vemos a diario a personas que utilizan la sonrisa para embaucar: te muestran la mejor cara para llevarte a su terreno. En definitiva, no siempre es fácil separar el grano de la paja. Cuando reímos o sonreímos, nuestro cerebro libera endorfinas. Como conclusión y en definitiva, si usted no sonríe a diario está iniciando el proceso de poner en riesgo su salud. Hemos construido un mundo demasiado serio. Nos hemos hecho adultos dejando la sonrisa en nuestra infancia. Hay que aprender a tomarse la vida con menos seriedad, sin desfallecer en rigor. Deberíamos aprender a sonreír y a reír, a regalar sonrisas y, también, a reírnos de nosotros mismos.

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