Ni los más viejos del lugar -entre los que nos contamos- recuerdan cuándo empezó el proceso del proyecto conocido como "Puerto-Ciudad". Lo que si nos consta es que es muy anterior al famoso "prusés" catalán que tanto ha dado que hablar, y que tantos gobiernos pretendía tumbar. Han pasado los gobiernos y las cosas siguen como estaban. Tanto en Cataluña como en el proyecto del Puerto de Almería. Este último ha pasado por las manos de varios alcaldes y varios presidentes de la Junta de Andalucía, con el correspondiente cambio de presidente de la Autoridad Portuaria. Ya decíamos que no nos acordamos de los inicios, pero en 2012 ya había protestas por los retrasos y en 2017 se incorporó por fin al carro la Junta de Andalucía. Y ahora, en esta revuelta primavera de 2022 se ha aprobado por parte de la Autoridad Portuaria el convenio con el Ayuntamiento de la capital. Con gran alharaca se ha celebrado en los medios oficiales y de comunicación. Vamos a analizar lo que hay. De momento, lo que cede el Puerto a la ciudad es una franja para ampliar el muelle de levante, que se usará tanto para atraque de cruceros (como ahora), como para instalar "un espacio multifuncional abierto a la ciudad"; y otro cacho de la desembocadura de la Rambla para construir un puente peatonal. El resto del celebrado proyecto, que es lo realmente relevante, es la cesión por 25 años de la franja costera entre el citado muelle y San Miguel. Mejor dicho "será", porque para que esa cesión se materialice, primero hay que "seguir avanzando en la redacción del proyecto" O sea, que ni está hecho el proyecto. Al ritmo que lleva, pueden pasar otro puñado de años; luego pasarán otros tantos de revisión por parte de múltiples entes y organismos, todos ellos competentes y, por fin, se llegará a la aprobación. ¿Y ya tendremos la franja marítima recuperada por la ciudad? ¡No!, aún quedará conseguir la financiación de tan magna obra por parte de la Junta. Y entonces sólo quedará convocar un concurso de obra, adjudicarla, ejecutarla, revisarla, que la empresa adjudicataria presente los habituales "reformados" para aumentar el precio, aprobar los reformados, recepcionar la obra y cortar la cinta, una vez armonizadas las agendas de las autoridades. Es decir, que dentro de unos veinte o treinta años se habrán instalado un par de chiringuitos playeros, algún que otro puesto de globos, varios de chuches. Y uno de barquillos de canela para evocar los paseos por aquel Puerto de los años cincuenta.

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