La gente quiere vivir tranquila

La prisión permanente protege de los peores delincuentes, y puede disuadir, o no. Pero si actúan, nos protege

No pude evitar el recuerdo de la canción "Mierda y cuchara" del grupo Marea tras comprobar este pasado jueves cómo transcurrió y terminó en el Congreso el monográfico de la derogación, o no, de la pena de prisión permanente revisable contenida en nuestro Código Penal. Y lo critico huérfano de opción política. Resulta poco constructivo, incluso irrespetuoso, escuchar ciertas palabras y argumentos en boca de sus distinguidas señorías, solo para derrotar al adversario, algo tan obvio como lo zafio e impertinente de sus oradores. Se ha reprochado el que dicha sesión cameral se llevase a cabo en un momento tan inapropiado, cuando aún estamos intentando digerir el cruel y macabro suceso del asesinato del niño Gabriel Cruz. Pues tenían razón. Se podía haber aplazado este Pleno para otro día, pero no quisieron quienes lo impulsaron. Se ha reprochado el que se pretenda proscribir dicha pena sin esperar a que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre el recurso que, a tal fin, presentó el PSOE en 2015, aclarando si es o no constitucional dicha pena, si respeta o no el derecho de reinserción social recogido en nuestra Carta Magna. Pues tenían razón. Concretamente el PSOE, más perdido y torpe que nunca, debía haberlo propiciado. Y quien escribe, a favor de la vigencia y aplicación de esta pena privativa de libertad para casos de extrema gravedad, hace una reflexión. Las políticas criminales de una sociedad, penal y penitenciaria, se modifican, porque la sociedad cambia. En nuestro país, hace una década una persona jurídica no podía ser penalmente responsable, era impensable. Hoy sí lo es. Esta pena de prisión permanente está recogida en otras legislaciones, tan avanzadas y respetuosas como la nuestra, avalada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que no es el de Quintanar de la Orden. A los presos hay que intentar reeducarlos, reinsertarlos, cierto. Pero existen casos, presos, o pudieran existir, que no quieran o no puedan reinsertarse, y para ellos deben existir respuestas claras y contundentes. Porque si erramos, el resultado es horror, y puede que muerte, la misma que estamos obligados a prevenir, para que nunca acontezca. La prisión permanente protege de los peores delincuentes, y puede disuadir, o no. Pero si actúan, nos protege, y también se respeta su posible y esperada reinserción, porque es revisable. La gente de bien quiere vivir tranquila.

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