Utopías posibles

A la globalización le seguirá el desorden

El Deutsche Bank publicó hace unas semanas un análisis titulado "La era del desorden. La nueva era para la economía, la política y nuestra forma de vida" del que se han hecho eco muchos medios de comunicación, por lo llamativo de sus previsiones sobre el futuro de la economía, anunciando el fin de la segunda era de la globalización y el comienzo de un nuevo súper ciclo económico.

Según dicho informe, ha habido cinco súper ciclos en los últimos 160 años: primera era de la globalización (1860-1914); grandes guerras y depresión (1914-1945); Bretton Woods y vuelta al patrón del oro (1945-1971); comienzo del sistema fiduciario y era de la inflación elevada (1971-1980); y segunda ola de la globalización (1980-2020). A continuación, vendría la que denominan la era del desorden.

El ciclo que termina ahora se ha caracterizado por la abolición de muchas regulaciones y controles de capital, impulso del libre comercio y los flujos de capital y un orden mundial más liberal. Las grietas más importantes aparecieron durante la crisis económica de 2008, que puso de manifiesto importantes problemas causados por la globalización en muchos países y desde entonces ha estado en entredicho.

Los expertos de todos los ámbitos siempre están haciendo estudios sesudos y pronósticos que no siempre se cumplen en su totalidad, pero es evidente que el mundo está en constante cambio y que las épocas de crisis aceleran los cambios, así ha sido a lo largo de nuestra historia. En general, se han intentado superar las crisis generando cambios que mejoren el sistema sea político, económico, social, de seguridad, etc. ¿Los resultados de estos cambios han sido los esperados? No siempre. Partiendo de unos buenos propósitos iniciales, las circunstancias y los intereses de unos y otros han hecho que demasiadas veces el resultado no haya sido como sería deseable. Algo se ha mejorado, pero no todo lo que se debería haber hecho. La crisis económica de 2008 es un buen ejemplo de ello, los máximos dirigentes mundiales se hicieron el firme propósito de cambiar muchas cosas y, al final, los intereses de unos y de otros dejaron los buenos propósitos en la mitad de la mitad. Y así nos va.

Es cierto que la excesiva dependencia del exterior que actualmente tienen los países y la falta de autonomía en decisiones importantes o en el suministro de bienes fundamentales ha hecho que se cuestione el modelo actual. Los expertos, al analizar el futuro de la globalización, llevan ya un tiempo hablando del "decoupling", refiriéndose a la disminución de la dependencia del exterior pero, en nuestro caso, inmediatamente surge la duda de si en Europa (y en España) estamos preparados para ese cambio y para asumir sus costes. Hablando de las características que se adivinan de la nueva era, ya sabemos que las disputas entre EE.UU. y China marcarán las próximas décadas, el incremento excesivo de la deuda externa en algunos países les generará problemas en un futuro no muy lejano (aviso a navegantes), la desigualdad creciente y la brecha intergeneracional ya las estamos viendo y la revolución tecnológica ya se está produciendo y se acelerará en los próximos años. Además, están las consecuencias del cambio climático, que no hacen sino agravar cualquier previsión de futuro. Otra vez, esta crisis, como las anteriores, es una oportunidad nueva para Europa. La crisis económica reciente, a pesar de los malos augurios, significó un paso adelante en los mecanismos de actuación de la Unión Europea en el plano económico; ahora se abre un nuevo periodo decisivo para su futuro y para recuperar el lugar que le corresponde en el mundo. El cambio de ciclo y la reversión de la globalización se lleva produciendo durante los últimos años, pero la crisis actual lo ha acelerado. Es cierto que llamar a la nueva era la del 'desorden', en estos momentos y con la que está cayendo, llama la atención, aunque en términos económicos sea lo que más se le parezca y siempre haya un cierto desorden al principio de un cambio. Una situación así no tiene por qué ser mala y puede tener efectos beneficiosos si cada país u organización, a su nivel, aprovecha para sentar las bases en las que cimentar su futuro. Lo ciudadanos de a pie siempre esperamos eso de los que nos gobiernan.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios