400 golpes

Tejero creo que se convirtió en pintor cotizado pero no reconocido en el mundo del arte

El 23-F en España es el día del golpe y cada año se celebra que tras los chuscos acontecimientos que ocurrieron ese mismo día años ha, se construyó un eficaz relato que se canta y transmite de generación en generación en series y películas como el cantar del Mio Cid pero al revés, donde el Cid es otro. Por cierto, después de cientos de años descubrieron que el cantar ese no tiene nada que ver con el Cid. En este caso todavía no hemos descubierto nada porque el relato histórico es ya oficial para documentales y loas. Los principales autores materiales (me encanta esta designación en este caso, por lo difusa) ya no viven, a excepción de Tejero y tras el golpe, el susto y el cachondeo general de la entrañable España de charanga y pandereta, que aún hoy en día no tiene su mármol y su día (después del susto se hicieron incontables chistes y chascarrillos de lo más chispeante), los susodichos mencionados sufrieron penas de cárcel (militar, por supuesto, como resuena todavía en los testimonios históricos) y luego se dedicaron a vivir. Tejero creo que se convirtió en pintor cotizado pero no reconocido en el mundo del arte, otra frustración más, qué injusto es el mundo del arte snob. Armada se dedicó a cultivar camelias en su pazo (pazo es cosa de aristocracia, hay que asaltarlos todos) y a perorar sobre qué es la verdad y qué es lo que él hizo y no hizo y da igual porque el relato eficaz del Mio Cid dice lo que dice y eso es inmutable. Y qué expresión para la historia (díganlo con énfasis): ni está, ni se le espera. Esa expresión, a la postre, se podrá aplicar a todo lo visible y lo invisible, el emérito (el cid de este cantar), la verdad, el progreso, la estabilidad económica y todos los etcéteras que van formando es minucioso relato de todos los aconteceres que como cantares épicos se encargan a los juglares de hoy en día dejando la historia para la historia y para cuando ya no queden más que las piedras y los agujeros en el techo, entonces, como un suceso difuso de siglos vetustos, historiadores de búsqueda en legajo adviertan incoherencias y continúen con la rueda interminable de la historia, es decir, cuando el relato se convierta en ciencia de investigación, porque ya no servirá para nada, sólo para los aburridos escritores de libros serios que descubriendo nuevas pesquisas y pergeñando pliegos con datos contrastados pifie la fiesta del relato, así, de golpe.

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