Desde mi experiencia

José Miguel Ponce

La gran adicción

"El carácter subversivo de hoy en día está, precisamente, en no formar parte de estas redes sociales"

Muchas personas están sufriendo un auténtico agotamiento virtual. Viven por y para un mundo irreal que han convertido en lo único real. Son claramente dependientes digitales, hasta el punto de que la herramienta se ha transformado en una gran adicción. Esta nueva adicción está afectando a más personas cada día y se están dando cuenta de que Internet favorece la pérdida de tiempo, la falta de concentración, la dispersión cognitiva o el estrés de estar siempre disponible, generan en algunas personas una auténtica crisis existencial.

¿Seríamos capaces de sobrevivir sin internet y, a la vez, no aislarnos del mundo? Es decir, ¿sería posible la desconexión y seguir realizando nuestras actividades diarias? Esto es lo que se plantea Enric Puig, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya en el libro "La gran adicción". La respuesta, avalada por su propia experiencia y ejemplificada por la de diez casos más, es afirmativa: se puede vivir desconectado.

El autor ofrece la historia de diez personas que han conseguido desconectarse y que, aun así, han seguido con su vida normal tanto a nivel personal como profesional. El resultado ha sido muy positivo: han comprobado que ha mejorado su salud mental y su calidad de vida. La adicción tiene nombres propios, pero también problemas comunes: la búsqueda sin resultado real de empleo o de relaciones amorosas, el enganche a los videojuegos o a ese universo virtual sin el que nos resulta imposible vivir, el miedo a que los hijos compartan nuestra misma adicción…

La gran adicción a Internet desvincula al individuo de su entorno comunitario y le hace perder el contacto con la realidad circundante por falta de un espacio en el que compartir los relatos reales con sus conciudadanos. Aunque el perfil de quien decide desconectarse sería una persona entre 25 y 49 años, universitaria, de clase alta y con elevadas competencias digitales, el autor incluye también a adolescentes que creen que "el carácter subversivo de hoy en día está, precisamente, en no formar parte de estas redes sociales".

La clave de la desconexión está, en cualquier caso, en volver a la conexión entre personas, en volver a gozar del contacto humano presencial. Y llegará un día, concluye el autor, en que veremos ese comportamiento adictivo como algo anticuado, algo que se puso de moda durante unos años, y retomaremos entonces los senderos en los que lo presencial se concibe como una necesidad humana.

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