La gran crisis del miedo

Estamos ante un inmenso desafío que es, a la vez, una crisis sanitaria, económica, política y de valores

El diputado de ERC, Gabriel Rufián, dijo en la sesión parlamentaria del pasado miércoles algo incuestionable: que la Covid-19 nos iguala a todos. Y yo añadiría algo más: que la estela de esta enfermedad nos asusta a todos, absolutamente a todos. Y es que ese "todos" no deja fuera ni tan siquiera al Estado hegemónico desde la caída de la Unión Soviética, al jefe y protector del Mundo Libre, al país que cuenta con las fuerzas armadas más poderosas del mundo, a la cuna del mundo financiero y de las grandes corporaciones, al lugar de las mil y una oportunidades, al modelo de economía capitalista por excelencia: EE.UU. Basta seguir la secuencia de los tuits de Donald Trump desde que la pandemia llegó a las ciudades americanas para comprobar que esta enfermedad ha noqueado a EE.UU y que lo ha hecho con la misma facilidad con la que ha tumbado a países que lo único que podrían hacer frente a él es rendirle pleitesía y basta leer sus últimos tuits para advertir que Donald Trump es perfectamente consciente de que esa estela ya tiene los elementos necesarios para dejarles la derrota en su verdadera, y previa, batalla; La batalla contra China por la hegemonía mundial. Así, ese mismo miércoles, el presidente de EE.UU, viendo como este virus ya ha dejado más muertes, por ejemplo, que la guerra que hundió moralmente a su país, la guerra contra Vietnam, le decía a su pueblo que ha sido la incompetencia de China, y no otra cosa, lo que ha provocado esta "masiva matanza mundial".

Y este temor de EE.UU es, racionalmente, el temor de quienes defienden a ultranza el liberalismo económico, la supremacía de la ley de la oferta y la demanda, la no intervención de los gobiernos en los asuntos económicos, porque saben que, si esta historia termina contando el triunfo de la gestión china de la pandemia, el suelo bajo sus pies podría convertirse en unas inmensas arenas movedizas. ¿O es que no será tremendamente difícil seguir hablando de los beneficios de la privatización de sectores esenciales de un país si la ciudadanía del país que siempre ha preferido lo privado resulta la gran perdedora ante esta pandemia? ¿O es que alguien puede estar absolutamente seguro de que, si una sociedad libre llega al punto en el que ha de elegir entre libertad y seguridad, elegiría la libertad?. Innumerables cuestiones cardinales para toda sociedad van a tener que ser contestadas y las respuestas van a llegar desde sistemas incompatibles. Estamos ante un inmenso desafío que es, a la vez, una crisis sanitaria, una crisis económica, una crisis política y una crisis de valores y a ningún dirigente se le escapa que este extraordinario trance ha entrado por todas y cada una de las puertas tras las que vivíamos y nos las ha dejado abiertas para que cambie todo o no cambie nada, para que todo sea repensado o nada se cuestione, para que nada desaparezca o todo surja.

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