¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La gran noche del Don Angelo

Lo ocurrido en el club de alterne sevillano tiene que ver con lo de siempre: pasta pública, poder, abuso y mangancia

En nuestros años mozos, la sola mención del sevillano club de alterne Don Angelo hacía que emergiesen en el cerebro toda una serie de imágenes voluptuosas en las que mujeres alegres y ligeras de ropa se mezclaban con los más selectos caldos de Francia y Escocia. Luego, aprendimos que tras esas postales artificiales de burbujas y lencería suele esconderse (aunque no siempre) una pringue de miseria, explotación y sordidez. Don Angelo, ya lo sabrán, es el lugar de relajada moral en el que un grupo indeterminado de personas vinculadas a la Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo, dependiente de la Junta de Andalucía, se gastó la friolera de 14.700 euros en una francachela que tuvo que ser de esas que empiezan con un "¡que no falte de nada!" y acaban en posición fetal, jaqueca y remordimientos infantiles. Llevamos días haciendo cuentas: ¿cuántos whiskies de malta, ginebras extraseca, copas de la mejor ratafía, botellas de champagne, cohíbas desmesurados o mulatas de fino talle hay que consumir para alcanzar dicha cantidad? Un centón. ¿O es que por allí pasó la Consejería de Empleo en pleno? Quizás lo más escandaloso es que la gran noche sucedió en 2010, cuando la crisis estaba en pleno apogeo, decenas de miles de familias vivían una situación angustiosa y las colas del Inem empezaban a parecerse a las de la Expo.

Al mismo tiempo que la vicepresidenta Calvo anuncia su proyecto de burocratizar las relaciones sexuales, salta a los periódicos que un grupo de compañeros socialistas habían usado una importante cantidad de dinero público en una juerga sin fin. El asunto del Don Angelo no sólo delata el absoluto descontrol de las cuentas públicas por parte de la Junta de Andalucía, sino también la forma soez y desacomplejada con la que algunos cuadros socialistas han usado para su propio disfrute lo que era de todos. Lo sucedido, como tantas otras cosas, nunca hubiese sido posible con unas instituciones sanas y transparentes, pero 37 años de poder ininterrumpido empaña hasta el más brillante de los cristales.

Fue Manuel Machado el que gritó: ¡Hetairas y poetas somos hermanos! Con este verso, el hermano jaranero y de derechas de don Antonio desafiaba la moral pacata de su tiempo (como la de ahora) para estrecharse con lazo fuerte a los desechos de tienta de la sociedad. Lo ocurrido en Don Angelo nada tiene que ver con esa historia de fraternidad maldita entre bardos y putas, sino más bien con lo de siempre: pasta pública, poder, abuso y mangancia. Mucha mangancia

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