Metafóricamente hablando

Antonia Amate

Cuando yo sea grande y tu pequeña

Al abrir el álbum de fotos familiar, de suaves y gastadas tapas de cuero, me vinieron a la mente tantos recuerdos, que me colapsaron la memoria. Algunas fotografías estaban desvaídas. Muchas de ellas, las más antiguas, eran en blanco y negro, poco definidas y bastante estropeadas. Los retratados apenas tenían un rostro definido, por la lejanía del foco y la mala calidad de la imagen. Pero no era necesaria mayor definición. Conocía a cada uno de ellos, casi con los ojos cerrados, a pesar de la distancia y del tiempo. Yo no veía solo rostros, al ir pasando las páginas, salían a la luz, tras mi retina, muchas emociones escondidas, percibía olores olvidados, camuflados tras las imágenes que iban desfilando ante mis ojos, incluso podía sentir sobre mi piel la caricia de una brisa cálida de una noche de primavera. Posaban engalanados con sus mejores ropas, en los días de bodas, bautizos y comuniones. En otras ocasiones, eran reuniones y fiestas familiares, sobre todo de los veranos, en los que los tíos y primos que vivían lejos, venían al pueblo a visitar a los abuelos. Yo apenas me reconocía en muchas de ellas, tan lejana, tan pequeña y arropada entre tanta gente!. Siempre salía cogida de la mano de mi abuela, tímida y un poco desenfocada. Miraba muy seria a la cámara, enfadada por haberme sacado de mis juegos, para posar junto a la familia, algo que no me interesaba lo más mínimo, ni entendía para qué querían hacer esas cosas tan inútiles y poco divertidas. En realidad, de esa época, casi no recuerdo nada, sin embargo, de repente, una foto atrajo mi atención. Yo tendría cinco o seis años, recordaba que ese día sufrí una regañina que consideraba injusta. A pesar de mis protestas fui castigada por ello, y mi inocente respuesta fue: "cuando yo sea grande y tu pequeña, te vas a enterar". Todavía, a día de hoy, no sé qué había pensado para hacer realidad ese perverso deseo infantil de revancha, consistente en la frase: "te vas a enterar", pero esa ilusión me animaba, y conjuraba mi indignación. Estaba convencida de que la vida era así, en círculos, mi abuela tan pequeña e inocente como yo". Ahora, tras la espesa niebla de los años, podía advertir en aquella fotografía una sonrisa divertida en sus labios. Su tierna mirada, traspasada por un triste poso de melancolía, se posaba sobre la cabeza infantil, que yo mantenía erguida y orgullosa. Seguramente en aquel momento, ella sí pensaba en cuán pequeña sería, cuando yo fuese grande, volcando sobre mi toda la ternura que le inspiraba mi inocente deseo de justicia. Ahora que ya soy grande, y ella solo es un recuerdo, querría volver a ser pequeña, para refugiarme en los dulces abrazos de mi abuela, envuelta por la inocencia que con tanto amor, arropó mi infancia, aunque para ello tuviese que soportar algún que otro injusto castigo.

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