Metafóricamente hablando

Le gritaron la lectura o la vida, y siguió leyendo

Aquella tarde había salido al jardín con la intención de disfrutar de los primeros rayos de sol en muchos días

Aquella tarde había salido al jardín con la intención de disfrutar de los primeros rayos de sol en muchos días. Había sido una primavera inusual, los días plomizos se encadenaban unos a otros, haciendo que el sol se convirtiese en objeto de deseo para los seres mustios que lo añoraban. No pudo resistir más de dos horas bajo la solana, pronto su cuello y sus mejillas, se arrebolaron como las de una tímida doncella del medievo, comenzando a pedir socorro, y ella se refugió en su rincón favorito, dentro de la casa. El salón era amplio, pero lo disimulaba muy bien la enorme estantería del fondo, repleta de libros de todas las formas y tamaños, dándole una intimidad que lo empequeñecía. Se dirigió hasta allí, hacía mucho tiempo que tenía abandonada aquella parte de la estancia, y le pareció que los libros se lo reprochasen. Más de mil volúmenes adquiridos a lo largo de su vida, unos comprados por ella y regalados los menos, constituían su biblioteca. Sabía perfectamente donde encontrar cada uno de ellos, y detrás de cada tomo, no solo se escondía lo que encerraba el texto, sino también un jirón de su propia historia personal. Había crecido con ellos, la comprensión del mundo a través de sus personajes y de sus autores, le ayudaron a ser la mujer que hoy se acercaba a ellos con sus manos ávidas por el deseo. Encontraba una enorme atracción al pasar sus dedos por los títulos estampados en letras de oro de algunas bellas ediciones. No podía decir cuál era su preferido, todos ellos habían dejado una huella indeleble en su memoria y en su piel. Alzó a vista y buscó con la mirada aquellos que fueron el descubrimiento de su adolescencia: la filosofía. Ante ella se alzaban perfectamente alineados en su estante, libros sobre Sócrates y Platón, Descartes y Simone de Beauvior, Hipatia de Alejandría y María Zambrano, Leibniz y Nietzsche, así como tantos otros, colocados todos ellos sin más orden que aquel con que los fue descubriendo. Al principio se acercó a ellos por su nombre: "filosofía", etimológicamente, la unión de dos bellos conceptos, dos hermosas palabras: "amor" y "sabiduría", algo de eso llevaba ella en su nombre, y después se convirtieron en ella misma, fueron parte de su pensamiento y de su concepción sobre el mundo. Pasó su mano por la portada de uno de ellos, quitándole el fino polvo que la cubría, consecuencia directa de las últimas tormentas de arena sufridas esta primavera. Pensó que algo de eso también se estaba produciendo en la sociedad, una fina capa de polvo se iba instalando sobre las conciencias, lo inmediato, lo terrenal, lo vano, iba sustituyendo a lo espiritual, aquello que eleva al ser humano sobre su propia materialidad. Sofía salió de su letargo, abrió uno de esos libros, y entre sus páginas encontró una nota: "Le gritaron: la lectura o la vida, y siguió leyendo".

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