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Inocencio F. Arias

Una guerra dudosa y una alianza… muy dudosa

¿La actual tensión entre Rusia y Estados Unidos podría acabar en guerra?

Una guerra dudosa y una alianza… muy dudosa

Una guerra dudosa y una alianza… muy dudosa / D.A.

Muchos de nuestros profesionales de la información abordan con voracidad dos temas. En política interior, un posible cambio ministerial; que el presidente sustituya a cuatro ministros les produce más cosquillas que una subida dolorosa de los precios de la energía o que el aumento descaradote de muertos por la pandemia. Se agitan profesionalmente y especulan sin tregua.

La otra cuestión es un conflicto bélico que roce, aún insignificantemente, nuestro país. Hace pocos días, en plena crisis ucraniana, la posibilidad de guerra era citada más destacadamente en la portada en la red de los diarios españoles que en las del New York Times, Washington Post o Le Monde, medios, sobre todo los dos primeros más involucrados en la eventual confrontación que nosotros. En los pagos ibéricos el tema excita más o para oponerse o por el apetito de un pasto llamativo que digerir y comentar.

¿Habrá guerra en Ucrania? Me mojo: es harto improbable que se produzca entre Rusia y los países de la Otan, la fragata española no entraría en combate. Es menos descartable si hablamos de un choque entre las fuerzas rusas y las ucranianas.

Putin calienta el ambiente con un cinismo de libro. Alega que sólo responde a provocaciones de Estados Unidos y la Otan, que el respeta el derecho internacional y a Ucrania. La explicación es risible. De un lado, es Rusia quien ha colocado 90.000 hombres en la frontera de Ucrania, ¿han ido a ver un partido del Dinamo contra el Spartak?, y ha enviado otros miles a su aliado bielorruso para contar con otro canal de invasión. De otro, ya intervino por la fuerza en dos ocasiones en los últimos siete años. Se apoderó de Crimea y más tarde con comandos rusos disfrazados ha ocupado dos provincias ucranianas que no obedecen al gobierno de Kiev. ¿Con estos antecedentes puede afirmar que se siente acogotado porque Ucrania pida a países amigos que le envíen armas, normalmente defensivas y a que destaquen un par de barcos y media docena de aviones? Es Ucrania quien se siente vulnerable y quiere ayuda ante un vecino gigantesco abusón y con los indicados “antecedentes penales”.

La conducta matona de Putin-Simon Tisdall, columnista del progresista “The Guardian” lo tacha de “macho canalla y destrozón”-obedece estrictamente a motivaciones nostálgicas imperialistas: el amo del Kremlin cree profundamente que rusos y ucranianos “son un solo pueblo”. En consecuencia, el nuevo orden internacional surgido después de la guerra fría es una monstruosidad, la existencia de una Ucrania independiente algo incongruente, anómalo. Olvida no sólo que los ucranianos optaron en 1991 por la independencia sino que Moscú firmó hace pocos años un memorándum con otras potencias en el que garantizaba la unidad e integridad de Ucrania. Lo ha violado dos veces.

Amén de eso, a Putín le aterra que si Ucrania se aproxima a Occidente, como desea su gobierno, y prospera allí la democracia y el nivel de vida, se convierta en un escaparte que abra los ojos a los adormecidos rusos muy influenciados hoy por el control oficial de prensa y televisión.

Cualquier observador imparcial es consciente de que la advertencia americana y de la Unión europea de que una invasión de Ucrania, “aún pequeña” se autocorrigió Biden después de su desliz, encontrará una respuesta “ firme, rápida y unida” tiene algo de frase hueca.

Estados Unidos y sus aliados no van a entrar en guerra con Rusia. Una buena parte de sus opiniones públicas no lo apoyaría, en España habría un rechazo extendido explotado por el alicaído Podemos. Además, las posiciones oficiales de la no tan unida Otan divergen. La importante Alemania, dependiente en exceso del gas ruso ( ¡ay, Merkel, ¿por qué demonizaste las nucleares?), se encoge. Vende miles de millones de euros en armamento al no precisamente democrático Egipto pero no deja ni siquiera transitar por su territorio las armas que Gran Bretaña envía a los asediados ucranianos, algo que los británicos han filtrado maliciosamente.

El meollo de la cuestión es el cálculo que haya hecho Putin sobre el costo de invadir. Unas sanciones occidentales no simbólicas serán inevitables dado que se han pregonado con luz y taquígrafos. Moscú, con todo, tiene más aguante que en el pasado, es el cuarto país del mundo con más reservas y su presupuesto actual está equilibrado con el petróleo a 44 dólares. Se mueve ya por 86. No le saldrá gratis, el gasoducto del norte se paralizará y habrá algo de pupa con las sanciones pero tiene un colchón y los rusos, patrioteros, aplaudirán.

Más peliagudo es que los ucranianos, mejor armados, entrenados y mentalizados que en el pasado, menos prorusos, ofrecieran resistencia encarnizada o letalmente esporádica. Repetir Afganistán, una pesadilla de este siglo para Estados Unidos y muy costosa asimismo para Rusia hace cuarenta años, sería perjudicial para Putin. En parte, por eso se desintegró la Unión Soviética..

Occidente tiene un dilema, no vamos a luchar, ¿ pero nos resignamos, unas democracias defensoras del derecho internacional, a que Putin dictamine que acepta no tragarse a Ucrania pero no a que tenga una política exterior independiente?. Es decir coqueteos con la Otan y con Europa, no. En cierto sentido, Ucrania es y debe seguir siendo mi vasallo. Que no haga monerías pro-occidentales porque invado.

Algo que nos resultará difícil asumir abiertamente. Veremos si se acepta, con cambalaches diplomáticos, veladamente.

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