El medio y el ambiente

El gustirrinen de Gila

Quieran ellos o no quieran reconocerlo, pertenecen a una minoría que debería servir, y seguramente ya ha servido

Soy un convencido de que las casualidades son fallos de la Ley del Caos, y sobre la misma tengo pendiente de celebrar un almuerzo para que mi amigo Posadas, al que desde aquí le lanzo el guante, nos ilustre sobre el tema a unos cuantos ácratas doblemente raros: por ser ácratas en esta época de pseudo-dogmática y por ser liberales, simultáneamente. Saco esto a colación porque hace unos días estuve en el C.U.A. (Campus Universitario de Almería) como todos sabemos, y durante mi obligada visita a la Cafetería del Central (o del Fernan para los amigos) pasé junto a un expositor en el que se mostraban diversas publicaciones. De ellas cogí un ejemplar de febrero de Nova Ciencia en el que junto a noticias de la UAL y otras universidades, aparece un reportaje: "Píldoras de Ciencia" sobre investigación universitaria y me llamó la atención sobremanera, el titulado: "La distancia entre el ano y los testículos (AGD) influye en el semen". ¿Por qué cogí esa revista?, ¿por qué leí ese titular?, ¿eso se puede analizar a través de la ley del caos?. Me niego a aceptar que sea una casualidad.

Pero en lo que no tengo ninguna duda, es que me habría gustado encontrar en ésa o en cualquier otra publicación de temas universitarios, una noticia como la que leí hace unos meses de la U. de Valencia: en ésta un grupo de estudiantes, de los que le dan a la bici y tienen inquietudes sociales, han constituido un grupo que se dedica a recorrer comercios a última hora de la tarde: desde confiterías a charcuterías pasando por cualquier tipo de comercio que les pueda proporcionar productos perecederos aptos para consumo humano y próximos a la caducidad. Como los zagales son organizados y se ve que perseverantes, tienen unas rutas fijadas de comercios de recogida y domicilios de entrega, con lo que optimizan el tiempo y las pedaladas y, además, de esta forma en vez de ir al gimnasio antes de cenar, hacen ejercicio con la bicicleta durante la recogida y entrega de alimentos. Y encima se ahorran la cuota del gimnasio. No saben ná estos jodíos zagales.

Quieran ellos o no quieran reconocerlo, pertenecen a una minoría que debería servir, y seguramente ya ha servido, para que esta actividad esté extendida por otras universidades que me encantaría conocer. De hecho, como he mencionado la investigación, voy a tratar de investigar para ver dónde existen grupos semejantes de estudiantes generosos. Lo de ir a clase está muy bien, lo de estudiar es obligación, pero lo de ser y sentirse persona generosa con los demás: "¡da un gustirriníííín!", que decía Gila.

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