A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

¿Qué hacemos con los libros?

El libro se ha convertido en un estorbo. Nadie los quiere hoy día. Ni siquiera las bibliotecas

En 1933 los nazis organizaron una simbólica pira con libros que consideraban peligrosos. Hoy día ese gesto no sería visto solo como un acto de barbarie; constituiría ante todo un acto inútil. Los libros han perdido su importancia. La diversión, los principales debates y la trasmisión de las ideologías se realizan por otras vías mucho más populares: las series o las redes. En parte ha sido siempre así, pues el libro no ha dejado nunca de ser un instrumento minoritario. La lectura requiere adiestramiento y un especial esfuerzo. Pero ahora hay, además, otros factores que inclinan definitivamente la balanza en contra de lo que el libro significaba.

Han surgido, por ejemplo, nuevos formatos. El audiolibro o el pdf se imponen paso a paso. Parecen lo mismo, pero no generan las mismas operaciones intelectuales. ¿Puede alguien leer en serio Conversación en La Catedral en un pdf, sin andar y desandar el camino, sin releer y buscar las conexiones en las páginas anteriores? El éxito de los nuevos formatos se corresponde más bien con los fines que los libros cumplen ahora. Se utilizan la mayor parte de las veces para obtener una información lo más rápido posible o para conciliar el sueño. Simplemente, se consumen como si de una comida se tratase y, una vez vistos, lo importante es que haya pocos residuos.

De hecho, el libro, como objeto, se ha convertido en un estorbo. Nadie los quiere hoy día. Ni siquiera las bibliotecas. Ocupan mucho espacio y dan demasiado trabajo: hay que comprarlos, catalogarlos, ordenarlos... En África se decía que cuando moría un anciano desaparecía con su memoria el equivalente a una biblioteca. Es lo que a veces pasa, en sentido literal, hoy día en nuestro mundo con los libros. Los mayores no saben qué hacer con ellos. Deshacerse de la biblioteca del abuelo lector es una de las tareas prioritarias al heredar la casa. No hay un 'caritas' para recoger libros. Si acaso surgen afortunadas iniciativas como colocarlos en un punto por si encuentran algún lector. En uno de ellos, en la Facultad de Humanidades, hemos tropezado esta semana con uno espléndido, el testimonio que Pijoan trazó de Giner de los Ríos en 1923. El azar lo ha traído por unos años a nuestra casa. De aquí saldrá para terminar quizás en una escombrera de basura. Y la única preocupación será dejarlo en el contenedor adecuado. Son otros tiempos, sin duda.

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