En un brillante ensayo, Justo Navarro nos convidaba a reflexionar sobre cómo el sistema nos moldeaba y nos inculcaban sus principios y valores a través de algo tan anodino y desapercibido como lo son los videojuegos. Así conceptos como trabajo y recompensa -si consigues un determinado nivel, obtendrá un rédito determinado-. No cuestiones el orden -si sigues las reglas del juego, puedes ganar-. Aunque siempre nos ofrecía ese Game Over al final que nos dejaba exhaustos y destruidos al saber el tiempo que habíamos empleado para conseguir algo tan volátil y efímero que, al final, no servía para nada.

Pero los videos juegos son solo la punta del iceberg. En esta sociedad tan estructurada y controlado, estamos en la era del BIG DATA. La necesidad de atesorar información de los ciudadanos para saber cuáles son sus inclinaciones y necesidades. Cuáles son sus ilusiones y sus medios. Algunos sistemas de redes de información ya están catalogan los sentimientos en las reacciones a sus publicaciones. Ya no se conforman con saber si estás de acuerdo o no. Ahora quieren saber qué sientes, qué piensas, qué te conmueve. El objetivo es claro. Descifrar y controlar las emociones.

La última ocurrencia de los poderes fácticos ha sido, siguiendo el modelo establecido por el miedo, empezar a inculcarnos la necesidad de aumentar la seguridad a la hora de acceder a nuestras cuentas corrientes por medio de las apps. No solo se conforman con la consabida contraseña y en enviarnos un código secreto vía móvil, sino que ahora, al parecer, quieren mejorar nuestra seguridad y desean implantar un tercer sistema de aseguración. Están entre el reconocimiento fácil, la huella dactilar y el marcador del iris. Aún lo están debatiendo, claro están. No saben a ciencia cierta cuando lo van a implantar -que lo harán-, ni tampoco cómo lo van a desarrollar -que ya lo habrá hecho-. Pero lo bonito y gracioso del tema es que ya se está debatiendo -aún no sé en dónde, habrá que buscar-. Y lo más ingenioso es que al final acabarán con salirse con las suyas. Total, somos sus rehenes y eso nadie lo va a cambiar. Llámelo usted dictadura, democracia o lo que su conciencia más se sienta feliz al articular la palabra clave. Pero les pertenecemos. Ahora solo hay que espera cuando logrará conseguir su objetivo final, controlar nuestras almas, si es que ya no lo han conseguido.

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