Metafóricamente hablando

La hiel en la boca

Esta sensación de sequedad se iba uniendo a otra de amargor, conforme iba leyendo noticias, mensajes, post…

ACABABA de darse una ducha, y con el pelo aún húmedo y alborotado, se sentó en la terraza, disfrutando de los rayos de un sol primaveral, que este año se había hecho de rogar. Con esa alegría indescriptible que le había transmitido siempre esta época del año, se dispuso a leer en su portátil las noticias, correos, y mensajes de todo tipo que inundaban las redes sociales. Pronto comenzó a secarse su boca, combatiendo esta sensación pasando de vez en cuando la lengua por sus labios resecos, en un afán inútil de recuperar su elasticidad y humedad. Esta sensación de sequedad se iba uniendo a otra de amargor, conforme iba leyendo noticias, mensajes, post…, y cuanta basura iban dejando decenas de personas en sus muros, en las noticias, en comentarios ácidos de agoreros que presagiaban “la fin del mundo”. Recordó haber leído hacia algún tiempo un magnífico artículo de un prestigioso sociólogo sobre las personas tóxicas, y descubrió a cientos de ellas. Como decía Campoamor: “la vida no es verdad, ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”, y para muchos la semana de pasión que acababa de comenzar era la vida misma: entre el negro y el violáceo de la muerte. También la Europa de tradición católica, apostólica y romana, comenzaba una semana crucial, entre la pasión y la esperanza, y ella se inclinaba por esta última, se aferraba con todas sus fuerzas a pensar que la paz era posible, que la muerte injustificada y atroz de tantos inocentes solo podía acabar con un domingo de gloria, milagros más increíbles se habían dado en la historia. La primavera era un momento mágico para la vida, el momento de recuperar la energía y la alegría de vivir, sin embargo, viendo las atrocidades de las que era capaz el ser humano, se le volvía a resecar la boca y sentía la amargura de la hiel en los labios.

Por un instante fugaz, que a ella le pareció infinito, recordó a aquel que pidió agua, clavado en una cruz junto a dos desgraciados, que corrieron la misma suerte, mojándole los labios con esa misma sustancia, unos soldados insensibles... ¿Será también cierto que la historia se repite, que el ser humano no aprende de sus errores, que el hombre es un lobo para el hombre..?. A pesar de todo, se recompuso, pensó que la vida merecía la pena vivirla plenamente, que sin dejar de luchar contra la injusticia, cada día salía el sol y con él, la promesa de un mundo mejor. Se sacudió el pelo, ya casi seco, se quitó de encima, aunque fuese por un instante, el terrible peso de tanta basura como había recogido en aquella hora que pasó sentada delante del ordenador, se humedeció los labios con un dulce bálsamo, para quitarse el amargo de la hiel, y se dispuso a salir al mundo real. Un mundo real, que podía llegar a ser mejor si todos nos lo propusiéramos, un mundo que podía acabar con un domingo de gloria, en lugar del apocalipsis anunciado por los agoreros.

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