A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

El hijo del chófer

La historia de Quintà muestra cómo la política sirve para hacer grandes negocios

Ese es el título de la crónica novelada escrita por Jordi Amat. El libro acumula las ediciones con razón porque cuenta, desde otra perspectiva, episodios importantes de la historia reciente de España. Asistimos a las reuniones en el círculo de Pla, a los orígenes de Convergencia, a los tejemanejes de Felipe González con Banca Catalana, al triunfo de Pujol en las elecciones y a la creación de unos medios de comunicación que sirven directamente al poder político. No es poco. Y a ello se suma que el libro resulta muy ameno si se conocen los nombres de primera fila que aparecen en sus páginas. El hijo del chófer -y asistente de Pla- es Alfons Quintà. Su itinerario en los medios le lleva a dirigir la delegación de El País y luego de El Mundo en Cataluña, y a ser el hombre que crea TV3 junto a Prenafeta. El libro presenta a Quintà como un psicópata, violento, víctima, a su vez, de las palizas y del odio que siente hacia su padre. El final no puede ser más significativo: concluye sus días asesinando a su pareja y suicidándose.

Esa tesis basada en la psicología de Quintà constituye la parte más endeble de la obra. Pero el lector puede recorrerla atento a otras claves. Lo que la historia de Quintà muestra es cómo la política sirve para hacer grandes negocios y cómo estos facilitan el dinero necesario para fundar periódicos o televisiones, que permiten, asimismo, seguir mandando en la política. Es un círculo vicioso y efectivo que utiliza a cierto tipo de personajes, trastornados o no, y que continúa funcionando.

Junto a lo anterior, destacaríamos otra idea básica. En la vida y en la política el más osado prosigue su camino mientras los demás se achantan y retroceden. Lo prueban los desafíos de Quintà en relación con el desfalco de Banca Catalana o los de Pujol tras lograr la mayoría absoluta en 1984. Siempre hay alguien dispuesto a pagar con la excusa de evitar un escándalo o un terremoto en la economía o con el argumento de que se garantiza la paz en Cataluña si Madrid calla o mira a otro lado mientras la Generalitat actúa con impunidad. Felipe González, el Banco de España, los empresarios o medios como El País, entre otros, aceptaron ese marco mental cuyas consecuencias vemos cada día con más claridad. Muchos de los disparates actuales forman parte, sin duda, de esas peligrosas normas de conducta que hemos aceptado y a las que nos hemos acostumbrado a vivir.

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