Tú también, hijo mío

Y para más Calatrava, él, por encima de los dioses, aparece a toda plana en los papeles de Pandora

Viniste, viste y venciste tú quoque fili mei. Llenaste de blancas espinas el mundo con tus gafas de concha y tu traje perfecto. Traje de arquitecto, por supuesto. Un arquitecto siempre tiene que ir vestido como si le dieran un homenaje, y tú, siempre ibas así, siempre vas así, salvo cuando te van a entrevistar a tu casa-estudio de Suiza donde tu esbozas cuerpos de mujeres, curvas de inspiración mientras tu ejército de chupatintas delinea el futuro, algunos no entienden tus bocetos, ni tu mismo, pero esa es la magia. Puentes, óperas, auditorios, torres, palacios, todos blancos y grises, con ojos que se abren y cierran. Todo construido con tanta gigantomanía como tu ego, sencillo, campechano, sueltas un, coño, los arquitectos no tenemos la culpa de todo. Y te vas en business a controlar, tú, directamente, para que no digan que no, como se arregla el trencadis del caparazón, coño, a Gaudí nadie le decía nada, y a mí todos los palos. Calatrava es el arquitecto odiado por excelencia, a pesar de ser el padre de insoñables obras arquitectónicas. Pero, claro, vamos todos a darle palos a manta, que para eso es arquitecto de fama mundial. El ingeniero y arquitecto, humanista, pisa todos los charcos, el puente que resbala, las maderas de arce canadiense carísima que pinta de blanco con pintura chusca, las solerías que ya no le gustan, el blanco de los políticos pobretistas. Calatrava, eres el derroche y la corrupción, gritan. Y para más Calatrava, él, por encima de los dioses aparece a toda plana en los papeles de Pandora, creando offshores, empresas opacas, fondos oscuros, que pasan de estados remotos de eeuu a territorios dinerariamente paradisíacos canalizando fluidos monetarios a subterráneos refugios del papel moneda. Todo se ha hecho legalmente y conforme a las normas, todo, cada milímetro de todo, son los envidiosos enanos jorobados que dan patadas en las espinillas a los gigantes como yo. La fiscalía fiscal ladra, pero no muerde, ladra para sus adentros y además de mi ejército de chupatintas tengo un ejercito de picapleitos que te los mando en un plis-plas. Mientras todo arde (detrás de cada maravilla arquitectónica del mundo hay un sótano lleno de miserias) yo quiero estudiarte, definir las formas, dibujar las líneas, captar la luz, el diálogo, no mirar las minucias humanas, porque al final sólo quedarán las piedras. Sólo tú y las piedras permanecen, fili mei.

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