UNA madre le da la vida a un hombre. Y algunos pagan ese regalo de una mujer, quitando la vida a otra mujer, por el hecho de serlo. Desgraciadamente, no es un cuento de terror, fruto de la fantasía de un escritor de mente retorcida. Es una terrorífica realidad cotidiana, repetitiva y alarmantemente creciente. Las condenas públicas, las manifestaciones, las campañas publicitarias y las medidas jurídicas y policiales, que responden a esta indignante realidad, no parecen tener el efecto deseado. Es decir, muchas mujeres siguen sintiendo la violencia, la desigualdad y la discriminación en su vida cotidiana. Ante la posible sensación de impotencia, de desánimo y de frustración, que esto puede producir, lo que cabe es reaccionar. Y esa reacción, debe incluir una profunda reflexión sobre lo que se está haciendo y como se está haciendo. Y yo creo que hay un profundo hueco en todo ello. Y ese hueco, es una apuesta a más largo plazo, más allá de acciones, por supuesto absolutamente necesarias, de condena social, judiciales, de protección a las víctimas y de prevención. Y esa apuesta debe de estar dirigida a un cambio profundo en el contrato sexual entre hombres y mujeres. Y sugiero algunos puntos para le reflexión. No puede ser, que en el arduo camino hacia la igualdad, al acceder a puestos directivos y políticos, las mujeres para no morir en el intento, en el interior de una selva que hemos construido los hombres, acaben sintiéndose obligadas a imitar el modelo masculino. No es posible que en el camino hacia la igualdad, las mujeres se conviertan en mujeres cuarteadas: como por ejemplo, directora comercial, madre, intendenta, mujer de la limpieza, enfermera y esposa. No es posible recorrer un camino hacia la igualdad, pasando de una de las partes. Hay que ayudar a los hombres a comprender que en ese camino, ellos también tienen mucho que ganar. Y sobre todo, no es posible llegar al final de ese camino, olvidándose de las futuras generaciones, que son las que de verdad pueden hacerlo posible. Y nos estamos olvidando claramente. ¿Dónde están las acciones educativas? Porque esas acciones son el único camino hacia un futuro, donde hombres y mujeres compartan realmente un mundo en igualdad, a todos los niveles y en todas las capas sociales. Una educación sexual, basada en el conocimiento de todo lo que somos como personas sexuadas, en la deconstrucción de un contrato sexual.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios