¿Qué se hizo del respeto?

Están a la orden del día los insultos, las expresiones despectivas, el intento de degradación del contrario.

Es posible que me esté repitiendo, y que en esta misma sección ya lo haya dicho. Pero durante muchos años empecé mis cursos escribiendo sistemáticamente en la pizarra una sola palabra con letras muy grandes: "RESPETO". Siendo las clases de filosofía un ámbito en el que puede darse fácilmente el desacuerdo, no sería de extrañar que surgiera la tentación de extrapolar las diferencias cayendo en el menosprecio del otro, en la ridiculización del otro, incluso en el insulto. Por eso les insistía desde el principio en que debía primar, sobre todo, el respeto. Normalmente se aceptó y se cumplió dentro de la clase. Me gustaría saber si se convirtió en un hábito fuera de la clase y después de salir del instituto. No tengo noticias ahora mismo. Pero si me detengo a analizar muchos de los mensajes de las redes sociales empezaría a pensar que si hubieran sido alumnos míos tendría que concluir que había fracasado en mi intento. Claro que también tendría que pensar que no todo era culpa mía, porque puede que existan otros factores que apuntan precisamente en la dirección contraria. Fuera de las redes sociales tenemos múltiples casos en los que sobreabundan las faltas de respeto. Me refiero sobre todo a muchas personas influyentes, muy influyentes, tanto por ocupar "cargos públicos muy importantes", como por el papel que juegan en medios de comunicación. De lo que no tengo duda alguna es de que esas personas no habrían aprovechado mis consejos, si hubieran sido alumnos míos. A día de hoy, y desde un tiempo a esta parte, me causa pavor ver cómo se expresan, cómo comunican, con qué palabras y con qué contenidos. Están a la orden del día los insultos, las expresiones despectivas, el intento de degradación del contrario. Y, como es obvio, con altas dosis de altanería, de chulería. ¿Es de extrañar, entonces, que nosotros, los de "a pie", actuemos de forma semejante? Es una triste realidad; pero es mucho más grave como un síntoma. Porque manifestarse públicamente de esa forma, sin ningún tipo de recato, da a entender la existencia de mentes dogmáticas que no aceptan la existencia de modos distintos de pensar a los que persiguen. Aunque encuentro otra falta de respeto que considero aún más grave: mentir a los ciudadanos. Que dos adversarios, por sí mismos o por persona interpuesta, se insulten no es plato de gusto. Pero tener esa grave desconsideración con terceros es absolutamente imperdonable.

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