LA hora de Europa

Los cristianos estamos ante una gran oportunidad, antes de que el laicismo fundamentalista impida la defensa pública de nuestros valores

Estimados, estamos en las vísperas de las elecciones europeas, y vamos a tener una penúltima oportunidad de volver a llevar al Parlamento Europeo los valores del Cristianismo sobre los que se fundó la Europa contemporánea para que deliberen y voten sin complejos normas que protejan a la familia, la vida y la dignidad de sus ciudadanos por encima de marketing mercantilistas utilitaristas y lobbies económicos que gobiernan la actual Europa.

La UE, paso a paso, se ha ido vaciando desde una perspectiva de sociabilidad y socialización un proyecto común de convivencia cívica para convertirse en un árido proyecto de seudo unidad financiera, sin más espíritu que las políticas monetarias, las vertebradoras de las asimetrías de una comunidad supranacional, que en los últimos años la única impronta que se nos ha trasladado a pie de calle son las políticas bancarias como las grandes dominadoras de las decisiones de gestión y gobernanza que deben de aplicarse en el destino de los países, que con distintas velocidades políticas económicas rigen el destino de los países que integran la UE.

Europa ha renunciado a unos valores sociales, excluyendo las raíces cristianas, olvidando la acción política de los padres fundadores de la UE. Los cuatro eran católicos, tres de ellos eran democristianos: De Gasperi, Adenauer y Schuman, y el tercero, Monnet, sin adscripción partidista. Ellos pusieron en marcha un proyecto orientado al bien común y la justicia social.

Los cristianos estamos ante una gran oportunidad, antes de que el laicismo fundamentalista impida la defensa pública de nuestros valores, de volver a situar los valores sociales en el primer lugar de los ámbitos de poder de la UE. Los cristianos debemos quitarnos los complejos y apostar por opciones políticas que defiendan a ultranza los valores y principios del humanismo cristiano como base de sus programas de acción política.

Emerjamos del engaño profano y compulsivo de pensar que la política no tiene nada que ver con nuestra fe ni con nuestra forma de vida y volvamos a apostar por opciones que respeten nuestras creencias, las cuales fueron las forjadoras de la civilización europea y las únicas que nos garantizarán un futuro mejor en valores. Es la hora de una conversión en Europa que no reniegue de la cultura y los valores cristianos que nos unen, y que han hecho posible llegar al siglo del bienestar social. Paz y Bien.

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