Carta del Director/Luz de cobre

Un hotel en los genoveses

El bueno de Joaquín no veía que su pueblo fuera sólo el escenario del idilio del hombre con la tierra y el mar

Miles de firmas y, con seguridad, pueden llegar a ser cientos de miles, muestran su rechazo a la construcción de un hotel de cuatro estrellas en el entorno de la playa de Los Genoveses, en el corazón mismo del Parque Natural de Cabo de Gata. No voy a ser yo, no lo esperen, quien busque argumentos para justificar lo que parece ser un despropósito. Y más después de la vuelta de tuerca verde que se impone en la vieja Europa tras la pandemia de coronavirus. Si no respetamos aquellos parajes de los que aún hoy disfrutamos, alejados de la intervención de la mano del hombre estamos abocados a la destrucción de la especie y a nuestro fracaso como humanos racionales.

Dicho esto, si querría insistir en algunos aspectos menos ecologistas y que sin duda me granjearán la enemistad de la 'casta' verde instalada. Comprendo la actitud de la alcaldesa del municipio, quien desde el primer momento dejó claro que si cumple con la legalidad establecida, no era necesario argumentar en otro sentido. Y es que en todo esto el gran perjudicado es el término municipal de Níjar.

Cuando se declaró el espacio Parque Natural, el entonces alcalde, Joaquín García Fernández, se lamentaba de los escasos recursos que recibiría el municipio y de los grandes esfuerzos que habrían de realizar para que la zona se convirtiera en lo que hoy es, un espacio protegido, admirado y reconocido a nivel internacional.

El bueno de Joaquín no entendía que el valor añadido turístico de la provincia se quedase en municipios turísticos y hoteleros como Roquetas, Mojácar o la propia capital y que su término municipal fuese tan sólo el escenario del idilio de la tierra, el desierto, el hombre y el mar. Debe ser muy duro ver como los ingresos pasan y desarrollan el pueblo del al lado, o al vecino y tú, actor protagonista, sólo te resta mirar y si te 'obligan' aplaudir.

Quizá haya llegado el momento de insistir en la necesidad de conservar, de mantener intacto el espacio, pero compensando a aquellos que aportan el valor añadido y no reciben si un solo céntimo por ello.

Y luego, claro está, nos encontramos con los talibanes de uno y otro lado. Talibanes al fin y al cabo, capaces de denunciar el atropello, como si lo hubieran hecho los políticos, cuando la realidad es que son los técnicos los que deciden aplicando las leyes de las que nos hemos dotado. Y les aseguro que aquellos que ahora han dado el visto bueno a la rehabilitación del cortijo son los mismos, o casi, que a lo largo de los últimos años han ido dando pasos en esa senda y que ya estaban trabajando con el anterior gobierno. Pero a la hora de buscar culpables o rédito político ya saben que a eso no nos gana nadie. A primera fila y a ver quien grita más alto para tratar de hacer ruido mediático, no porque nos importe el espacio natural, que sí, sino porque destruyes al enemigo.

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