La igualdad está muy lejos

La búsqueda de la igualdad debe apuntar más a las equiparaciones salariales

Citaba en mi anterior artículo a Felipe González cuando decía que era importante crear riqueza. Yo estoy de acuerdo con él. Ahora bien, la intervención de González no quedaba ahí. La generación de riqueza era una condición necesaria para poder distribuirla, porque menguar la riqueza llevaría solamente a repartir miseria. Está claro que el objetivo de aumentar la riqueza era mejorar la vida de los ciudadanos. Puro programa socialdemócrata. Pero el problema más grave con el que se enfrenta el programa es buscar un procedimiento que se considere justo. El más utilizado ha sido incrementar los servicios públicos a través de los impuestos. Sanidad pública, educación pública financiados por los impuestos. El sistema impositivo se pretendía progresivo. Así fueron mejorando las cosas en el mundo occidental. Sin embargo, aun cuando el grueso de la sociedad se ha visto beneficiada en esos aspectos es claro que la desigualdad impera entre nuestros conciudadanos. Es como si el estado ofreciera unos "servicios mínimos" a los que le damos la bienvenida, pero queda mucho por andar para que todos podamos acercarnos a un disfrute escalar de los beneficios de la cultura. En mi opinión todo radica en que culturalmente se valora de modo muy distinto la aportación de los distintos actores económicos lo que hace que la retribución que reciben por la riqueza que crean experimente diferencias abismales. En breves palabras: que el salario que reciben unos y otros tenga diferencias abismales. No digo que todo el mundo deba cobrar igual por hora de trabajo. Sería una aberración. Hay muchas circunstancias que justifican una modulación. Pero ninguna aportación es tan baja como para retribuirla a 3€ la hora, ni tan alta como para ser retribuida con 700.000€ mensuales. El pago de impuestos progresivos puede ser una medida que haya que seguir aplicando. Pero la búsqueda de la igualdad debe apuntar más a las equiparaciones salariales. El gran obstáculo que de alguna manera lo impide es que al fijar los salarios impera la ley del mercado. Pero esta ley no es neutra y menos aún objetiva. Atribuir más valor a unas actividades que a otras descansa en prejuicios ideológicos y en privilegios de cuna. Distribuir la riqueza no es exactamente quitarle a alguien su casa para ponerla a disposición del que "la necesite". Distribuir riqueza es, por el contrario, eliminar esos prejuicios y acercar las ganancias en la medida de lo posible. Es decir, todos los ciudadanos pueden disfrutar de esos servicios que presentan una mejor o peor calidad. Sin embargo, da la impresión de que todos esos servicios se deben a una buena voluntad de un estado proveedor, y en más de una conciencia existirá la idea de que es algo que "nos dan" casi a modo de beneficencia. Es un sistema "algo igualatorio". Pero este estado de bienestar es netamente insuficiente, y recuerda algo aquella máxima de los empresarios británicos que decían que había que pagar a los trabajadores lo suficiente para no morirse de hambre. Servicios públicos para evitar rebeliones. Pero no significa un paso hacia una mayor igualdad.

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