Quién nos iba a decir que la política fiscal de los países de la Eurozona iba a depender de los banqueros centrales, es decir, del Banco Central Europeo (BCE). Que nosotros sepamos, y reconocen todas las constituciones, la capacidad de establecer impuestos corresponde a la soberanía de cada país. Sólo los pueden establecer los parlamentos -que es donde reside la soberanía popular- y no instituciones constituidas sin ningún tipo de votación popular, como es el caso evidente de los bancos. Incluido, por supuesto, el BCE cuyos dirigentes son elegidos por el Consejo Europeo.

Pues resulta que al Gobierno español (socialista, eso sí), se le ha ocurrido establecer un impuesto sobre los beneficios extraordinarios que están obteniendo los bancos y las eléctricas, precisamente en estos momentos en los que la inflación está empobreciendo a la mayoría de la población. Que son resultados extraordinarios no debe ofrecer ninguna duda, ya que el propio BCE está contribuyendo a estas ganancias extras de los bancos a través de los TLTROS, que son préstamos a los bancos con intereses ridículos, o sea, hablando en plan técnico, a "peo puta". ¿Qué hacían los bancos con este dinero barato? Pues colocarlo en el propio BCE cuando los intereses que pagaba éste eran positivos: ningún esfuerzo y todo ganancias. Pues bien, según el BCE, gravar estas ganancias puede arruinar al propio sistema financiero y por eso piden que el Gobierno español se tiente la ropa, y que, si al final se ponen el impuesto, que los bancos lo repercutan a sus clientes. Todo menos que los bancos paguen algo sobre lo que han ganado extra. En este maremágnum se juntan unas declaraciones del vicepresidente del BCE, Luis Guindos, que da consejos contra la imposición de tal impuesto. Como Guindos fue ministro del PP, más de uno ha pensado "maliciosamente", que se le ve la patita al lobo. Sin embargo, hay autonomías del mismo color que el Gobierno Central que se han sumado a la racha de bajar los impuestos en la parte que les corresponde a las autonomías. Un carajal. Si al final Sánchez se mantiene en sus trece y establece el impuesto, ¿veremos a los grandes banqueros pidiendo en las puertas de las iglesias? ¿Habrá suficientes portales, atrios y escalinatas de iglesias para albergar a tamaña tropa de nuevos pedigüeños? ¿Tendrán que disputar los sitios mejores con los pordioseros habituales? Está claro que el mundo es injusto.

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