Carta del Director/Luz de cobre

La industria del mármol y su futuro

Los premios van más allá de la industria y se adentran en el diseño, en la innovación y en la calidez de las formas

Llevo asistiendo a los premios del mármol casi desde que se crearon. Este año han celebrado su XXXII edición y creo sólo haber faltado en dos ediciones. Nacidos para destacar y visualizar la proyección de una industria emergente, han tenido a lo largo de las tres últimas décadas momentos de esplendor y otros de depresión, marcados por las sucesivas y cíclicas crisis que la industria ha padecido.

En 2018 la gala ha sido de las más reivindicativas que se recuerdan. El cambio de las reglas de juego en la restauración de la sierra, toda vez que las explotaciones se hayan agotado, ha abierto una brecha entre la administración andaluza y los empresarios que es preciso resolver cuanto antes por el bien de las partes. No se puede ni se debe poner en riesgo un sector que, después de una crisis muy dura y compleja, regresa a los niveles de empleo previos a ésta. Desde la atalaya de observador en la que llevo instalado tres décadas, los galardones sirven para proyectar en el mundo una industria milenaria, a la vez que los que allí trabajan reivindican y ponen negro sobre blanco las necesidades de las que todavía carecen. Las administraciones han hecho mucho y bien por una industria que ha sido capaz de sostener la población en una comarca comola del Almanzora, a la vez que ha alcanzado cotas de internacionalización jamás soñadas, aunque el objetivo desde siempre ha sido ese. Ver en el escenario arquitectos, diseñadores o propietarios de edificios premiados de los cinco continentes es una de las mayores satisfacciones a las que pueden aspirar aquellos que han convertido el oficio de tallar la piedra en un arte prestigiado.

Los reconocimientos hace mucho que dejaron atrás los compromisos para recorrer el camino de la proyección, la senda del valor añadido a un sector que va más allá de la industria y se adentran en el diseño, en la innovación, en la calidez de las formas de los edificios e interiores y casi, si me apuran, en el mundo de la moda e interiorismo. El mármol de los Filabres, aquel que un día embelleció el Patio de los Leones de la Alhambra de Granada, para hacerse inmortal, mantiene viva la misma idea con aquellos a los que hoy les ha tocado representar a los pioneros. Los Cosentino, Cuéllar, Gutiérrez Mena, por citar sólo a algunos, son dignos herederos de una estirpe empeñada en permanecer en la posteridad con obras novedosas, con proyectos innovadores, con diseños imposibles y con empresas a la vanguardia, en las que permanece el uso de la misma piedra sacada de las entrañas de la Sierra de los Filabres, pero vista y tratada desde los ojos del futuro. Piedra noble para embellecer obras en los cinco continentes, de la mano de artesanos enamorados de su trabajo como aquellos que, cincel el mano, tallaron un día el patio del castillo de Vélez Blanco.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios