Hasta para insultar hace falta galanura

Poco hace el insulto que no se conoce o que todos toman por ramplonería

De un tiempo a esta parte, veo que se ha puesto de moda llamar "señor" o "señora" a quien se está a punto de insultar o despreciar. Automático: cuando oigo o leo hablar de "la Señora Zutana" o "el Señor Mengano", aparecen los marcadores de descortesía justo detrás. Se me hace muy curioso cómo una valoración de la edad, un gesto de respeto verbal o de cortesanía se llega a convertir en minusvaloración de la persona. Si a los orígenes viajamos, es "Señor" evolución del latín "Senior", que significa "bastante mayor" y contiene la misma raíz que "senil", "senectud" o, ya puestos, "Senado". No puedo atribuir uso tan errado del término a conocimientos etimológicos, mas a ignorancia de nuestra lengua, en la que se ha injertado el inglés "Mister", del latín "magister", que evoluciona a "Máster" y se usa tanto para referirse al título universitario como a la criatura que colgado en su pared lo tiene.

Nuestra lengua española, que a todos por igual nos representa por ser más común y antiguo patrimonio que cualquier otro símbolo que se nos ocurra enarbolar, reservaba el uso de "señor" para referirse con respeto a alguien que, o no tenía estudios, o no los necesitaba. Junto a eso, el "Don" se le confería al noble y al Bachiller, que gozaban del derecho de anteponer a su nombre un "Dom.", abreviatura del latín "Dominus" con la que se le reconocía a alguien sus méritos, propios o heredados. Todavía en nuestros días, el inglés sigue utilizando el "Don" para designar al profesor universitario.

Lo curioso es que ni "Señor" ni "Don" tienen un origen agresivo, sino respetuoso. Son nuestros tiempos los que han corroído el significado y derivado al ámbito del insulto, del latín "insultare", "saltar contra alguien". No hay insulto sin ridículo, de la raíz latina que contiene el verbo reír. Poco hace el insulto que no se conoce o que todos toman por ramplonería. Para insultar, hace falta una galana voluntad de agredir, espectadores que justiprecien el trancazo y una persona que demuestre haber acusado el golpe. Por eso Cyrano de Bergerac pudo derrotar a su rival en el famoso duelo de insultos en verso, porque todos se rieron del pobre necio consonantado. Como no insulta quien quiere, sino quien puede, estas criaturas de Dios que piensan que llamar "señor" o "señora" a alguien es una buena manera de empezar a mostrar desapego no son insultantes, sino dignas de risa, esto es, ridículas.

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