Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Ella se inviste sola

Es domingo, y vísperas de Reyes, y decido descartar escribirle a usted -gracias- un breve balance del año pasado, una lista de elucubraciones sobre el próximo e incluso un comentario, uno más, sobre los pactos de Sánchez para acceder a Moncloa ya con todos los papeles del camión; un camión multicolor, como el país de la Abeja Maya. Y ya puestos a descartar la actualidad, le evito un artículo sobre el debate de investidura, como regalo de Reyes (o carbón, marque la casilla correcta). Sorbiendo un café, y mientras discurren en la tele las intervenciones de sus señorías en un plan como de lonja de pescado o patio de la ESO, me acaba de convencer de esto último el ver aparecer a un ex presidente de la Junta, ex vicepresidente del Gobierno, ex ministro y ex presidente del PSOE acercarse a la barra para pedirse uno con leche: su desinterés por la investidura dice mucho de la metamorfosis del partido que, en teoría muy teórica, comparte con quien ya estará a punto de ser investido. Ex-PSOE, ya puestos a la ex, prefijo que significa "que fue y ha dejado de serlo".

En la cafetería de barrio ha habido un aclarado, todos deben de haber corrido a gastar con ansiedad e irracionalidad el día antes de la Cabalgata ("¿qué le puede gustar a tu madre?", "a Gonzalete le voy a dejar dinero y punto", y en ese plan: el que la lleva, la entiende). Un habitual del local vuelve a hacer de émulo de Gila, pero con su pobre cabecita perdida: finge hablar con alguien -el inocente les va cambiando el nombre y el género-, con su volumen bien audible, y le da instrucciones, consejos, con un tono paternal y hasta sobrado: no hay nadie en el otro lado, sólo la desesperación por ser alguien, la añoranza sin cura de un ancla perdida en algún avatar de su vida, quizá en su propio nacimiento. El monologuista de celular es un tipo cada vez más común. El Rey Móvil, por cierto, acaba de conseguir que la RAE corone como palabra del año pasado a "emoji", voz algo chirriante que significa muñequito, carita de amor, arrobo o cabreo; avioncito, berenjena, melocotón o lindo gatito. A. se queja en mi Facebook -el muro de mi casa es muy particular- de que el reino de los emojis es uniformizador, o sea, despersonalizador. A. ha trashumado como chef por Manhattan y Londres, y ahora ha recalado en Chipiona, donde cultiva con su chica lo que come, lo cual es revolucionario, e incluso vendernos sin internet ni nada acelgas, lechuga morada y rabanillos. Yo investiría y coronaría a esa pareja. Aunque, bien mirado, ellas se corona sola. (Aquí pegaría un emoji con un besito volado.)

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