Del jefe y del mulo

La fuerza de los prejuicios señala a los jefes con rasgos negativos o poco propicios a la complicidad y la confianza

Las "órdenes de arriba" parecen remitir a una instancia de poder algo menos identificada que el jefe próximo. Sin embargo, por la "cadena de mando" se suceden de arriba abajo las órdenes. Por eso, quienes las dan, también están cumpliendo las recibidas. Luego materia hay en cuestión de jefes y buena muestra es que se celebre -o al menos se reserve fecha-, el día 16 de octubre, como anteayer, el Día Internacional del Jefe. Sabida es la novelería de algunas de estas conmemoraciones, y la referida a los jefes se explica por el descuido de una secretaria, desbordada por el trabajo, al olvidar el cumpleaños de su jefe, que a la vez era su padre. Desatendido tan relevante suceso -porque suceden las cosas, especialmente las de importancia-, decidió la diligente secretaria registrar el Día Internacional del Jefe en la Cámara de Comercio de los Estados Unidos. Hasta que, algunos años después, fue aprobada su iniciativa y la celebración oficial -otra cosa es su éxito conmemoratorio- se inició en 1962. De un compañero de trabajo, en el que se reúne bastante más que esa circunstancia profesional, conservo el consejo expresado en la directa y comparada máxima de este refrán: "Del jefe y del mulo cuanto más lejos más seguro". Y eso que nuestro común jefe, también con bastante más que esa atribución jerárquica, ejercía su cometido de manera excelente. Será, entonces, que la fuerza de los prejuicios señala a los jefes con rasgos negativos nada propicios a la complicidad y la confianza. O que, cuando estas se dan, no vengan a ser sino una forma del sumiso, o estratégico, "peloteo", practicado por quienes así pretenden ganarse alguna predilección o "hacer carrera". Esta última, sobre todo, en instancias, entidades u organizaciones donde la jerarquía acaso tenga alguna legitimación "orgánica" pero no debida al merecimiento o la cualificación. De modo que adular, acatar o asentir -son frecuentes los cabezazos de asentimiento cuando el jefe hace declaraciones públicas- sean comportamientos reconocidos y recompensados.

Laurence Johnston Peter, pedagogo y escritor canadiense que pasaría más desapercibido sino fuera por el nombrado Principio de Peter, sostuvo, como consecuencia de tal principio, que, con el tiempo, los puestos jerárquicos tienen a ocuparse por empleados incompetentes para desempeñar las responsabilidades que conllevan. Aunque celebren todos los días, a su manera, que son jefes.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios