Libertad Quijotesca
Irene Gálvez
La estela de Horemheb
Conocí a José María Rossell en los inicios de la década de los noventa. Mis vacaciones las usaba entonces para dirigir el Gabinete de Comunicación que los Cursos de Verano que la Universidad Complutense celebraba en Almería. Gustavo Villapalos, natural de esta tierra, decidió traer una sede de los seminarios a la playa y nada mejor que Roquetas y el Hotel Playadulce. Los estudiantes de esta provincia aún tenían que irse a Granada y el Colegio Universitario era todo a lo que podían aspirar los alumnos de esta tierra si no querían salir de aquí.
Eran otros tiempos y José María acudía a menudo a supervisar toda la organización. Serio, parco en palabras y cumplidor. Un empresario cabal, que no dejaba nada al azar. Su hotel era la sede de los seminarios y la imagen era clave para la proyección de una cadena hotelera que ya era líder en la provincia y que despuntaba a nivel regional.
Fue una conversación directa, sin subterfugios. El tiempo es oro y no era muy dado a perderlo. Al año siguiente, 1991, aprovechó los cursos de la UCM para convocar a los medios a una rueda de prensa en la que también estaba el presidente de Unicaja, Braulio Medel. Mis primeros pasos en información económica y varias lecciones de lo que era el turismo en la provincia, aspiraciones, objetivos y previsiones.
Conectamos desde el principio. Lo que había empezado en el Playadulce como un saludo de cortesía, se convirtió en amistad con el paso de los años y la presencia de la cadena en la Feria Internacional del Turirmos (FITUR) en Madrid. Una oportunidad única, desde los tiempos de la Casa de Campo, en la que Hoteles Playa mostraba al mundo su potencial de forma directa. José María no paraba un segundo en el stand. Entre reuniones y visitas pasaba los tres días del evento. Siempre sacó tiempo para tomar un café y hablar de la temporada que se avecinaba. Anhelos, deseos, críticas y halagos a partes iguales de los gestores del sector servían para profundizar en una relación que dejó hacía tiempo de ser la de un empresario con un periodista, para avanzar en las confidencias y, sobre todo, en su visión de lo que era Almería y su futuro turístico.
De aquellos tiempos recuerdo una frase que aún hoy repito con asiduidad. Costa de Almería se empeñaba, un año sí y otro también, en vendernos la ruptura de la estacionalidad para que aquí llegaran turistas todo el año.
- José María sentenció.
- Mira Antonio, una cosa son los deseos y otra la realidad y para que esta provincia aspire a ese objetivo necesita al menos dos grados más de temperatura media. Entonces podremos pensar en ser algo parecido a Canarias.
Siempre creí que era un visionario, con el alma puesta en el futuro y el corazón en el presente. Trajo los primeros alemanes a tostarse al sol a las playas de Levante en vuelos chárter a Alicante, porque Almería aún no tenía aeropuerto e inauguró el primer hotel naturista de la provincia en Vera. Un centro que aún hoy es referente de cuantos existen en la costa y en el que confluyen los amantes del medio ambiente y la naturalidad al desnudo para expresarse.
Los años pasaron entre entrevistas y proyectos en común. Reuniones y confidencias sobre un sector que crecía en la misma medida que su cadena lideraba en Andalucía y buscaba expansión internacional. Pero la pandemia cortó de raíz los años de vino y rosas. La crisis se cebó con todos los sectores, en especial con el hotelero. José María ya estaba en proceso de jubilación y sus hijos dirigían el negocio, aunque él siempre estaba atento a cualquier movimiento. Con el virus haciendo de las suyas nos las apañamos para desayunar o almorzar al menos una vez a la semana. Un tiempo que confirmó una amistad larvada durante años y cocida a fuego lento.
Fue entonces cuando conocí su lado más humano. Aquel que confirmaba que detrás del empresario había un gran hombre, cercano, afable… Siempre con proyectos nuevos, ideas por desarrollar y el MiniHollywood, su ojo derecho, su gran esperanza, su anhelo. Su gran apuesta para ofrecer a los que visitaban sus hoteles una oportunidad de ocio, en la que sumergía a quienes se hospedaban en sus hoteles y les daba la oportunidad de ser Clint Eastwood o Claudia Cardinale por un día. Su empeño y su tenacidad por convertir el parque temático y el zoo en un referente andaluz no tenía límite. Bueno sí, la inversión necesaria que la iba realizado poco a poco, en la misma medida que la
cuenta de resultados se lo permitían. Adecentó, cambió, reformó, modificó, creó, sumó posibilidades a un parque, que las tiene todas, cuando cumple 50 años.
Recordaré siempre los recorridos por las instalaciones que hemos hecho en los últimos años, la ilusión intacta por su crecimiento y los retos y objetivos que se marcaba cada día en cualquiera de los escenarios o en los restaurantes desde lo que se divisa el desierto y por las que cabalgan los míticos actores que allí han rodado y a los que ahora se suma el señor Rossell, como todos lo que lo conocían lo llamaban.
Descansa en paz, querido amigo.
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