Los juegos del odio

El estiramiento de las repetidas elecciones ha configurado la democracia como una caricatura de los ideales clásicos

Campaña electoral. 1ref: dícese de aquel concurso de televisión en el que resulta como ganador el que convence a la audiencia de que los demás contrincantes son peores. 2 ref: reality show donde el premiado es el candidato con una trayectoria biográfica desconectada de la prensa del corazón. 3 ref: relato de ficción el que el protagonista es descrito como un héroe que salva a la humanidad del mal del mundo. 4 ref: lucha por la supervivencia basada en generar odio al adversario y contaminar esa acción a todos los seres humanos posibles. 5 ref: acción de odiar. 6 ref: el que odia, el que tiene la intención de odiar. 7 ref: psicosis colectiva basada en el odio generado por las palabras de un líder carismático. / Hasta aquí la definición actual de campaña electoral. En nuestra democracia destaca por ser un esfuerzo organizado pero no de regeneración del poder, ni de las ideologías, sino más bien para el mantenimiento de la clase política a través de una parodia que oscurece el sentido de una democracia y se aleja de una palabra profanada hoy día: referéndum. El estiramiento de las repetidas elecciones en lugar de hacer de la democracia un sistema perfecto ha configurado a la misma como una caricatura de los ideales clásicos. Cada vez tiene menos que ver con las ambiciones de salvaguardia de la humanidad, con lo producido en la época de Clístenes, de Pericles; cada vez tiene menos que ver con los movimientos de los Cantones Suizos, y con los esfuerzos del Reino de León en 1188, entre otros. La democracia languidece. Y el pueblo aún espera un rayo de luz para que alguien le de audiencia y exponga los problemas a los que ningún político se refiere: el trabajo y la vivienda. En las cafeterías de barrio los ciudadanos observan la televisión y saben que la política se ha convertido en un programa de televisión llamado Los Juegos del Odio, donde se practica el odio de forma masiva y donde nadie habla del trabajo y la vivienda. En cafeterías los españoles están solos, tristes, aburridos, sin esperanza; no pueden hacer nada salvo contemplar con ojos atónicos el esperpento. En realidad no tienen ganas de odiar. Eso supondría otro esfuerzo más para sus vidas. ¿Por qué tienen que odiar? ¿Para qué? Lo peor de todo es que el hecho de odiar no va hacer que se hable de sus problemas. A contrario, el odio solo sirve para silenciarlos y manipularlos.

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