El manuscrito

Manuel López Muñoz

¿Por qué hay que justificar Humanidades?

A veces, da la impresión de que solo los de Letras tenemos que dar explicaciones

Había una vez un cavernícola llamado Enga al que, mientras pintaba bisontes en la pared, le preguntó Unga, el líder pragmático: "¿Eso para qué?" Tras pensarlo un momento, Enga le contestó: "Bisonte pared. Dioses contentos. ¡Bisontes mañana!". A la vista de tan elocuente defensa, el jefe gritó: "¡Enga bueno! ¡Enga no caza!". Y el arte fue declarado actividad de utilidad pública, patrimonio de la Prehistoria. Llega a ser cansino tener que estar siempre explicando para qué sirven las cosas. Nunca le preguntan por la utilidad de su profesión a un abogado, a un economista, a un fontanero, a un astrónomo ni a un futbolista. La cosa cambia cuando se trata de alguien de Letras y no digamos nada si es de lenguas clásicas: a veces da la impresión de que solo nosotros tenemos que dar explicaciones. Es cómodo señalar que nuestras materias ennoblecen el espíritu, cultivan la mente y abren el horizonte de la realidad o lamentarse de oír tamañas tonterías, pero explicar cosas de este calibre le va a sonar a chino a quien pregunta algo así: en realidad, nos plantea que para qué gastar dinero en las Humanidades. Alguien que piensa de este modo seguramente creerá también que donde se ponga un buen centro comercial ya sobran museos y bibliotecas y que el espacio ocupado por un Instituto sería más rentable si se dedicara a viviendas. Poco futuro tiene esa charla.

Sin embargo, sé que usted, la persona que lee estas líneas, es de otro tipo. A usted le puedo contar, porque no hace falta explicárselo, que somos una mota de polvo construida a golpes de Historia; que la lengua que hablamos comparte muchísimos rasgos con el portugués, el gallego, el catalán, el francés o el italiano; que en latín están escritos los Principia Mathematica, de Newton; que a bordo de los galeones españoles y portugueses llegó la lengua latina a los más remotos confines del planeta; que cuando enseñamos a hablar en público estamos siguiendo a Marco Fabio Quintiliano; que Rey, República, Congreso, Senado, odio, amor, amistad o utilidad son palabras de origen latino. A usted le puedo comentar todo esto porque es persona inteligente.

Los descendientes de Enga, el pintor, tendremos que hacer como él y descender al nivel de los hijos de Unga, el pragmático líder. Así que a quien me pregunte por la utilidad del latín sólo se me ocurre contestarle con otra pregunta: "¿y para qué sirven los que preguntan eso?".

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