Lápiz y papel, niños

09 de septiembre 2025 - 03:06

Se dice que una persona conforma hasta los seis años la materia de la que acaba siendo una escultura: un bello David marmóreo o un abstracto artefacto de ARCO. Cuidado: la abstracción no sólo no es mala, sino que es el alma de la imaginación y la creatividad. Es precisamente esa capacidad humana una de las que se han visto mermadas en muchos menores –ya más de una generación– por causa del prodigio informático. Otra, la complejidad en los análisis de los problemas, y otra más la capacidad de expresión; sobre todo, la escrita. Prodigio: no es ironía. El mundo digital es prodigioso, es encantador, provoca inmensos placer y eficiencia. Ese es el activo de la cosa. Pero es evidente que tiene sus pasivos: no hay duros a cuatro pesetas, ni chollos sin un bicho malo detrás de algún matojo. Antes o después.

Por ese motivo, en casi todos los colegios privados y en todos los públicos (incluidos aquí los financiados con dinero público, pero de origen privado) se prohíben los móviles y las tabletas electrónicas hasta cierta edad. Se prohíben en clase; hay que dejarlos fuera del aula, y estarán prohibidos en todo el colegio o instituto: imaginen un yonqui con una papelina en el bolsillo sin poder hacer uso de ellas, y ustedes disculpen lo bestia del símil. Hubo un tiempo en que innovadores pedagogos y docentes repudiaron al papel. Que si Finlandia para acá y Silicon Valley para allá. Resultó que los grandes ejecutivos del Shangri-La californiano del bit prohibían que sus hijos tuvieran contacto con un dispositivo digital en clase ni en casa hasta bien entrada la pubertad (se lo exigían a sus empleadas del hogar por contrato: nada de móviles aquí, ni en tu bolso). Finlandia –¿recuerdan a Nokia?– ha pegado una radical marcha atrás en la digitalización de la enseñanza de los niños. ¡Al lápiz y papel, ar!

No pocos jóvenes que en la universidad –soy profesor ahí— no saben construir frases y párrafos. No hablo de ortografía, sino de sintaxis, de sentido, propósito, confección y desarrollo de un texto. Por otro lado, un estudio del que supe ayer afirma que en los hogares con libros los hijos realizan mejor las mencionadas tareas expresivas (que no dejan de ser abstracciones: pensar). Pero, en fin, hagamos lo imposible y preparémonos para los milagros.

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