En Memoria

Rocío Fernández Zamora

Se levanta el sistema

¿Que pensarían, y pensarán, aquellos que tanto lucharon y sufrieron para traernos la Democracia?

Un sentimiento: Ni nos merecéis ni lo merecemos. Y unas cifras que hablan por sí solas y hablan de enfermedad crónica: Caminamos hacia las cuartas elecciones generales en cuatro años y cada repetición nos hace perder política y democracia en mayúsculas, credibilidad como país y tiempo, un tiempo que esta sociedad y, mas aún, sus jóvenes, no tienen.

Y así, la derrota de la ciudadanía y también la del debate, las formas y la responsabilidad es tremenda, en profundidad y extensión, y la alarma que ha terminado de activar el 25 de julio resuena como pocas lo han de hacer porque se trata de la alarma del fallo del sistema político en sí mismo y la ineficacia de los amplios márgenes que le dieron nuestros parlamentarios constituyentes creyendo, en su altura de miras, que la clase política de este país sería cada vez mejor.

Y la sensación de frustación es inmensa porque, entendiendo que las negociaciones en política pueden ser muy difíciles ya que parten con grandes diferencias y de largas distancias plagadas de desconfianzas, la política comparada nos muestra que, cuando están presentes el sentido de Estado y el compromiso con la ciudadanía y las generaciones futuras, las aberraciones cromáticas no existen en política y que todo es cuestión de concesiones y de madurez. Y es que los acuerdos son la grandeza y la carga irrenunciable de la labor política en el multipartdismo y el Parlamento el lugar para luchar, generosa y honorablemente, por el Pueblo, no la tribuna desde la que buscar el propio poder o alimentar egos, y quien no entienda esto, o no lo acepte, no puede representarnos.

Y llegados a este punto, siendo la madurez de nuestra clase política una variable que no podemos controlar ni garantizar, como acabamos de ver, toca poner el foco en el propio sistema y valorar la necesidad de dotarnos de uno en el que la elección del presidente del Gobierno esté garantizada, tras cada votación, por las propias reglas del proceso de elección, como ocurre, por ejemplo, con el sistema de doble vuelta. Y toca hacerlo por respeto a esta sociedad y a su historia, por prestigio internacional, para atemperar nuestra desafección de la vida pública y también, y sobre todo, porque el mundo avanza, y los retos llegan, sin esperar a nada ni a nadie.

¿Que pensarían, y pensarán, aquellos que tanto lucharon y sufrieron para traernos la Democracia?

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