Opinión

José Escánez Carrillo

La ley de la atracción

Ana pasea a su perro. Lo hace con cierta desgana, aún sabiéndose necesaria en la vida del can

Manuel conduce su furgoneta por el camino que transita a diario. Va rápido y confiado, levantando piedras y polvo a su paso. Aún siente el regusto del tabaco y el sabor a ron en la garganta. Intenta dejar atrás la culpa por los excesos de la pasada noche y los reiterados pensamientos sobre su precaria situación. No repara en el ciclista que viene en sentido contrario. Pasa muy cerca de él, casi lo roza, no lo ve ni pretende verlo. Lleva demasiada carga encima, todo lo demás poco importa.

Javier ha salido en bici esa mañana. Le gusta ir solo, por caminos poco transitados, disfrutando de las formas, los colores y los olores, en silencio, a su ritmo, sin seguir el de nadie. Ensimismado en el paisaje y en su pedaleo, ve aproximarse una furgoneta a una velocidad inusual por ese camino sin asfaltar. Se cruza con él tan cerca que se traga el polvo que levanta y lo hace tambalearse hasta casi perder el equilibrio. Lo que parece una mañana despejada comienza a teñirse de nubes.

Ana pasea a su perro. Lo hace con cierta desgana, aún sabiéndose necesaria en la vida del can. Una bici pasa a bastante velocidad muy cerca de ambos, tanto que tiene que pegar un tirón de la correa para que no se lleve por delante a Wiki. Su corazón late como si fuera a salirse del pecho. Siente que muy pocos aprecian la responsabilidad que a veces entraña acompañar a ese animal a hacer sus necesidades, ni los cuidados y el amor que le procesa después de tantos años a su lado.

Juan sale de casa con su hijo para llevarlo al pediatra. Ambos bajan en el ascensor. Al abrirse la puerta, el chucho de los vecinos se abalanza sobre el pequeño y le atiza un golpe en el pecho con sus patas delanteras. El niño cae de culo, escucha al perro gruñir y a su padre gritar al perro y a la vecina. El camino hasta el médico se torna un raudal de lágrimas.

Pedro está en su casa asomado al ordenador. Lleva rato husmeando en facebook. Se cuenta que está haciendo tiempo mientras Ana regresa de su paseo con el perro. Cuando se abre la puerta, le escucha decir malhumorada: "La próxima vez sacas tú al perro, y así, de paso, dejas de fisgonear en las redes".

Ya lo dice Hovik Keuchkerian en su canción "Soy": "… Cada mañana al despertar, me miro en el espejo y lo que veo no me gusta, y entonces, en vez de comerme mi propia mierda fresca, te jodo a ti, te jodo a ti, te jodo a ti y te jodo a ti…".

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