Mi ley, tu ley, su ley

Mientras la Jefatura del Estado esté encarnada en la monarquía, es el monarca el Jefe del Estado, nos guste o no nos guste

Esto lo tomo. Eso no me interesa o no está de acuerdo con mis "principios" y por eso lo rechazo. No me valen todas las leyes, porque estarán en función de lo que me venga bien. ¿Y qué decir de las instituciones?: No todas me resultan satifactorias porque no encajan con mi modo de ver las cosas, aunque todas forman parte de un entramado legal. Bueno, pero son como la ley: si no están hechas a mi medida me excuso de respetarlas. Por si acaso tomo solo la parte que me cuadra. Auténtica ley del embudo. Se da en ámbitos privados, cosa que puede ser comprensible. Pero también, y eso es muy grave, en el ámbito de los partidos políticos.

Recuerdo cuando un grupo de diputados abertzales se consideró liberado de acudir al Parlamento porque formaba parte de las fuerzas de opresión; pero no solo aceptaron, sino que exigieron, cobrar lo que les correspondía como diputados y recurrieron a los tribunales de justicia a los que no reconocían cuando juzgaban a terroristas. No entiendo (y menos aún apruebo) las razones por las que algunos partidos presentes en el actual y pasados parlamentos se niegan a acudir a la Zarzuela para entrevistarse con el Rey y dar su parecer sobre la formación del gobierno a la luz de los resultados electorales de los que ellos forman parte. Todos están dispuestos a disfrutar de las prebendas derivadas de las elecciones: sueldos, inmunidades, subenciones, viajes, dietas, etc. Todo eso se les reconoce porque pertenecen a una de las más importantes instituciones del Estado, no por su bella cara. Ahora bien, esos mismos partidos se acogen a la institución que les gusta, pero no respetan otras instituciones del estado porque no están de acuerdo con sus convicciones más o menos profundas.

Es el caso concreto de la monarquía. No van a entrevistarse con el rey porque ellos son, eso dicen, republicanos. Yo no quiero entrar en convicciones personales. Uno puede sentirse republicano o monárquico. Puede luchar por el mantenimiento o la instauración de cualquiera de las dos. Sus objetivos están dentro de la ley.

Pero mientras la Jefatura del Estado esté encarnada en la monarquía, es el monarca el que ostenta la Jefatura del Estado, nos guste o no nos guste. Rechazar la invitación es una enorme falta de respeto a la institución, y si una de las bases de la democracia se configura en torno a los procedimientos, ese modo de actuar pone en duda sus convicciones democáticas.

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