Los libros empeñados

Al parecer ellos si tenían jarrones chinos y tantas cosas que ya no sabrían donde ponerlas

Triste y sola, sola se queda Fonseca, triste y llorosa, queda la Universidad. Nos vamos todos, uno por uno y quedan los pragmáticos cabalgando contradicciones y como nos vamos pues ya no tenemos contradicciones. Los jambos de la mayéutica y la teórica seguirán esgrimiendo sus ideales en otros foros y con otros filósofos. Felipe González tardó más de veinte años en pasar de la chaqueta y camisa sin corbata al traje perenne y de ahí a irse, eso sí, dando guerra (perdón por el acrónimo). Antes, los dirigentes iban echando cadáveres (políticos, simbólicos, platónicos y heráldicos) al armario hasta que se llenaba y entonces empezaban con otro armario hasta que estaba toda la casa llena y entonces los que no cabían eran ellos y entonces los que entraron con aire de paleto salían con aire aristocrático y diciendo frases flemáticas y grandes expresiones para la historia de los lugares comunes y repetitivos. Lo del jarrón chino, de lo más ocurrente, arrasó y arrasará por siempre, sólo que el jarrón chino era él mismo y nadie tuvo jamás un jarrón chino en su casa, todo lo más tuvo un jarrón y lo ponía en algún sitio y ya está. Al parecer ellos si tenían jarrones chinos y tantas cosas que ya no sabrían donde ponerlas. Ahora se pasa del camisero de trapillo al patrimonio encomiable en un viraje de blitzkrieg y del poder omnímodo y omnívoro, (los dos al mismo tiempo) a la penumbra discreta del héroe compungido fracasado y martirizado por las posesiones materiales. Atesora en el congreso donde la polilla llega pero tarde y a la vez en los cielos donde no llega absolutamente nadie. Los últimos ex que aún quieren aportar su sabiduría a la comunidad salen de vez en cuando tocando timbres molestos, apadrinando toneles y conculcando su paráfrasis de la actualidad pero no veo en ello a los actuales todos dando la vuelta tristes como lo del lobo y el rabo (con lo que yo he hecho por la comunidad parecen decir, no digan el país por si acaso y ya no digamos la patria) y todos sombras invisibles como vagos recuerdos de un cartel electoral, la valla publicitaria y pegatinas rotas en el poste de un semáforo. La misma estrategia invencible que fletaron les engulle hacia el abismo. Mientras, los jarrones chinos de facto que quedan vivos asomarán la cabeza para dictar filípicas y diatribas que salmodian ahora con voz pausada y que no supieron acrisolar cuando exasperaban a voz en grito.

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