Los listos

La leyenda negra de la SGAE empezó cuando los músicos se dieron cuenta de que ahí había mucha pasta

Zapatero a tus zapatos, escritor a escribir y músico o cantante, a hacer música o cantar. Cuando te dedicas a otras cosas, pasa lo que pasa. La leyenda negra de la SGAE empezó cuando los músicos se dieron cuenta de que ahí había mucha pasta, más que dando tumbos en los escenarios y en las discográficas. Los músicos de capa caída vieron el cielo abierto en una organización que tenía por estandarte honesto la lucha por los derechos de los compositores y que bien manejada podía ser el terror de todo aquel que osara silbar cualquiera de sus melodías. Y algunos se aprestaron a dirigirla, a gestionarla, a formar parte de sus órganos de dirección y gestión, haciéndose las víctimas del sistema, los líderes luchadores por los derechos. Ahí despuntó el ínclito Teddy Bautista, de los pelos largos y Los Canarios a vestir de chaqueta, llevar gafas y salir en todos los telediarios acusado de apropiación indebida y desvío de fondos (no queríais derechos pues toma tres tazas) y calculado su desfalco en 21 millones de euros. No menos sonado fue lo de Ramoncín, defensor de causas perdidas, (especialmente la suya), que después de conseguir que su nombre fuese el más odiado en décadas, pasa por los banquillos como declarando que claro que hizo tal y tal cosa sacándole la pasta a la SGAE, y a ver que iba a hacer, si no tenía un duro debido a que no podía hacer música porque nadie se la compraba. Cualquiera en su lugar haría lo mismo, señor Juez. Luego han pasado diletantes como Antón Reixa, que tras darse cuenta de que con Os Resentidos (su grupo de los años ochenta) no se iba a comer una rosca, fue dando tumbos hasta hacerse tertuliano (si no puedes vivir de lo que haces, prueba como tertuliano). Y ahora es nada menos que Hevia (sí, el gaitero olvidado), el que está al mando de la nave a la deriva. Hevia también ha sido creativo con el tema de derechos de autor (participando en un sistema para forrarse con los minutos musicales de la madrugada). Y ha tenido que ser el ministro Guirao, el que venía de rebote e iba a poner la cultura en ese pedestal al que todo ministro de izquierdas aspira, el que sin haber puesto en un pedestal nada, antes de irse le pone los puntos a las íes a la SGAE, la interviene (le hace un 155) y acaba con la utopía, el mamoneo y el robo a manos llenas. Y hala, los músicos a hacer música y si tiene éxito, lo tiene y si no, pues con la música a otra parte.

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