La locura erarsmiana

El conocimiento o la sabiduría no producen ningún efecto beneficioso en las personas

Entiéndase aquí "locura", en el caso que nos ocupa, como "estulticia", "ignorancia" o "necedad", precisión indispensable para una exacta comprensión de la célebre obra erasmiana. En 1511 apareció en París la primera edición de "Elogio de la locura", publicación que hizo justa y rápidamente famoso a su autor, el humanista y clérigo Erasmo de Rotterdam. Cristiano convencido, aspirante a la limpieza y purificación de la religiosidad europea de su tiempo -aún presa de oscuridades medievales- mediante un intento de mestizaje con los grandes pensadores de la antigüedad clásica, Erasmo escribió su Elogio con un estilo ciertamente humorístico, paradójico e irónico, incluso satírico. Su objetivo era denunciar todos los vicios y excesos de una humanidad ignorante, abyecta y pecadora, a los ojos de un nuevo cristianismo que basa su esencia en la razón y el amor. Para ello, coloca a la propia estulticia como narradora, en primera persona, de la obra; elogiándose y alabándose a sí misma nos hace ver su dominio total sobre el universo. La necedad gobierna el mundo, su poder llega a todos los rincones. El conocimiento o la sabiduría no producen ningún efecto beneficioso en las personas; el sabio es un perfecto inútil para sí mismo y para los suyos. El pueblo prefiere las fábulas antes que la razón o la sensatez. Es la insensatez la que nos gobierna y la que mantiene las naciones y los imperios. Como expresión de las pasiones y la animalidad, el necio es más popular que el docto; la superioridad de lo corporal sobre lo racional en todos los ámbitos de la vida es una evidencia. La pasión, la crueldad, la violencia, la codicia y la inmoralidad, sostenidas por la ignorancia, son la base de la naturaleza y de toda sociedad. Todo pueblo prefiere la narración mítica antes que el conocimiento científico. Obviando por un momento el verdadero propósito de Erasmo, olvidando su naturaleza religiosa y sus platónicas aspiraciones morales, es saludable contemplar el Elogio como un ataque de realismo y sinceridad por parte de su autor verdaderamente insólito para su época. Si leemos la obra renunciando a su ironía moralizante y aceptamos como serias verdades realistas lo que la locura afirma por su boca, entenderemos su modernidad e inquietante vigencia.

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